sábado, 1 de febrero de 2014

Por encima de las nubes

Perdonad que haya tardado tanto en escribir, pero es que he estado de vacaciones. Os cuento.

Al día siguiente de lo último que he relatado, volvimos a coger la moto de P. y fuimos a otro templo hindú fuera de Madurai, en mitad del campo. Me dijo P. que a veces tenían allí un elefante que por cinco rupias le agarraba la cabeza a la gente con la trompa, y yo me moría de ganas de que un elefante me agarrara la cabeza. Decepción, aquel día se habían llevado al elefante a otro templo. Lo que si vimos fue muchos monos, y no eran muy graciosos que digamos. Uno de ellos se nos puso medio agresivo cuando me vio comerme un pastelito; se me acercó como para quitarmelo, y a punto estaba yo de darselo cuando un señor me salvó la vida y la dignidad y echó al mono. Nos dijo que si caminábamos con un palo en la mano, los monos no se nos pondrían tontos.

Después, P. me llevó a la estación de autobuses de Madurai, ya con mi mochila y todo, y nos despedimos con cierta pena. Al rato salió el autobús hacia mi siguiente destino: el pueblo de Kodaikanal, en los Ghates Occidentales (que son una cordillera que atraviesa la India de norte a sur, pegada a la costa oeste; mirad un mapa). El viaje fue una locura de curvas y bocinazos, Kodaikanal está a 2100 m de altitud y empezó a hacer mucho frío. En Pondicherry yo había perdido mi preciado jersey, as que tuve que apañarmelas con el turbante que me había comprado en Madurai, convirtiendose asi en una tela multiusos.

La llegada a Kodaikanal fue un poco desagradable. Era de noche, y a la salida del autobús nos esperaba un ejército de gente ofreciéndonos taxis o habitaciones de hotel, de manera demasiado insistente. Coincidí con un grupo de españoles y empezamos a buscar habitación juntos; nos ofrecieron una por 5 euros que estaba muy bien, pero ellos querían algo más barato aún. No me gustó demasiado ese plan que llevaban, intentando regalarle un euro al recepcionista, asi que yo me quedé allí. Cené poco después con esta gente, luego me di un paseo por el pueblo y me compré un jersey de segunda o tercera o enésima mano; había muchos perros ladrando en la calle y todo era un poco siniestro asi que, con una sensación agridulce, fui a mi habitación (que estaba al final de la cuesta más empinada que podáis imaginar) y me acosté.

He dicho que los primeros momentos en Kodaikanal fueron desagradables; sin embargo, visto con perspectiva, mis tres noches en este pueblo han sido de lo más agradable y bonitas; Kodaikanal ha sido una especie de "vacaciones"; paréntesis de descompresión dentro de este viaje, genial pero hasta el momento agotador, por la India.

Kodaikanal (foto) es una ciudad-pueblo atestada, como todas, de comercios, coches, autobuses y mucha gente; son un montón de calles desparramadas sobre unos montes bastante escarpados, y también bastante más altos que los de alrededor, por lo que las vistas son espectaculares; a ciertas horas del día, se puede ver cómo la ciudad se encuentra por encima de un mar de nubes (esto queda más espectacular asi dicho que en la realidad; pero es precioso de todas formas). El aire, mucho más limpio que el de los lugares anteriores, ha sido todo un alivio para los pulmones, y también el fresco nocturno.

Desde Kodaikanal salen innumerables rutas por el bosque, algunas terminan en cataratas, otras en formaciones rocosas peculiares; yo no he hecho ninguna de ellas. El primer día, armado con un palo antimonos, fui caminando por un sendero muy pintoresco hacia la aldea vecina de Vattakanal, colonia rural de hippies israelíes (lo juro). Pensaba encontrar allí un ambiente interesante a lo Cristiania, pero tan sólo había un puñado de casas ocupadas por jóvenes poco amigables que estaban a lo suyo, fumando y escuchando a todo volumen Sixto Rodríguez y Bob Marley. Había un hombriño indio llevando garrafas de agua de un lado a otro, y como no tenía nada mejor que hacer, me puse a ayudarle. El hombriño me enseñó su casa, se me quejó de aquella gente que sólo venía a beber y a ensuciarlo todo, me bendijo con efusividad (es ésta una zona con muchos indios cristianos y se ven iglesitas por todos lados), y luego volví a Kodaikanal.

Entablé mientras comía amistad con unos chicos alemanes que me invitaron a pasar la tarde a su albergue, a las afueras de la ciudad. Fui, y un nutrido grupito pasamos una agradable velada junto a la chimenea, y luego salimos al frío exterior y se veía el cielo increíblemente estrellado, y debajo se veían las luces de otros pueblos, y en general era maravilloso.

La vuelta a mi hostal no lo fue tanto. No era demasiado tarde, pero el camino estaba oscuro y desierto, y grupos de perros callejeros parecían haber tomado las calles. Imaginad mi rile. Llevaba una piedra enorme en la mano. Llegué al hostal hambriento y aterrado, y el recepcionista, muy amable, me dio un poco de arroz y salsa picantosa que le habían sobrado de su cena. Luego estuvimos charlando un largo rato, entre otras cosas sobre boxeo y sobre Titanic, y él me exponía sus teorías de por qué esa.película era tan buena y hacía llorar tanto (verídico!).

A la mañana siguiente, y con tristeza por despedirme de mi alma gemela tamil, pero sin ganas de pasar por el susto de la noche anterior, hice el check out de este hostal y me registré en el albergue de mis amigos... ¡donde compartiría un colchón gigante con otras cinco personas!

Por la mañana volví a ir a Vattakanal, esta vez con los alemanes, y durante el camino bajamos al río, envuelto en una auténtica jungla, y vimos algunas pequeñas cascadas; sin embargo, sigo encontrando decepcionante e inaudito lo sucio que esta todo: botellas y plásticos por doquier. Vimos también ardillas gigantes, pájaros de colores, y muchos monos con cara de mala leche. Comimos en un barecillo israelí en Vattakanal, éramos los únicos clientes en una terraza ruinosa con unas vistas espectaculares; comí falafel y humus riquísimos. De vuelta al albergue me eché una buena siesta en la supercama y luego bajé al pueblo a comprar grandes cantidades de fruta, que serían mi aportación para la cena comunal de esa noche.

Lo de la fruta fue muy bien recibido, creo que la gente lo agradeció después de tanto arroz y especias y curry. Como éramos muchos, no nos quedamos junto a la chimenea sino afuera, al fresco, charlando y tal. Había un israelí muy gracioso que había tomado setas alucinógenas y estaba colgadísimo, un austríaco con mucho mundo a sus espaldas, daneses, ingleses, franceses, y un canadiense y una neozelandesa con quienes hice muy buenas migas. Todos hablábamos de nuestro viaje por la India, y la verdad es que casi todo el mundo lleva muchos meses por aquí asi que yo era como un novato rodeado de veteranos. Nos hinchamos a comer moong-dal, unas lentejas fritas que se comian como pipas (feliz descubrimiento!), y ni muy tarde ni muy pronto me fui a ocupar mi rinconcito del colchón gigante (mi parte del somier cedió con gran estrépito en cuanto me instalé, pero esta mañana nadie se me ha quejado por el ruido, ni por los aspavientos que tuve que hacer para ahuyentar a lo que estoy seguro que eran arañas trepando por mi cara).

A la mañana siguiente fue un gustazo levantarse y ver amanecer sobre aquellas montañas sumergidas en la neblina. Con C. el canadiense y M. la hobbit (su tío salió como extra en el Señor de los Anillos), fuimos a dar una vuelta por Kodaikanal. Desayunamos plátano con yogur y miel, mi primer desayuno no picante en muchos días; paseamos por un jardín botánico lleno de niños y niñas que nos saludaban con timidez y descaro (mezcla rara pero factible) y se echaban fotos con nosotros (bueno, sobre todo con M., para qué engañarnos). Luego alquilamos unas bicis herrumbrosas por 30 céntimos y nos recorrimos el perímetro del lago de Kodaikanal.

Se ve que Kodaikanal es un destino al que los mismos indios van a pasar su fin de semana; y dicho paseo alrededor del lago estaba lleno de familias y grupos de amigos, caminando o en bici o a caballo, y muchísimos puestecillos de comida, ropa, peluches, chocolate y aceites aromáticos.

Después de nuestro paseo, por pura casualidad llegamos a un pequeño estadio donde jugaban al criquet, deporte nacional aquí. Era un torneo del Instituto Internacional de Kodaikanal, maestros contra estudiantes, y a pesar de que soy un lego en la materia, era evidente que los maestros les estaban dando una paliza a los estudiantes. Luego comimos, y yo volví al albergue para chill out un poquito y recordarme en el paisaje montañoso una vez más antes de ponerme en camino hacia mi siguiente destino...

Ahora escribo esto desde un autobús que me está llevando hasta la ciudad de Kochi. Es medianoche y espero llegar a las 6 de la mañana. Para entonces, ya habré dejado la región de Tamil Nadu, que es donde me he estado moviendo hasta ahora, y me encontraré en la de Kerala. A ver qué sorpresas me esperan... por el momento, ya he estado un rato largo esperando en la ciudad intermedia de Palani: polvo, bocinazos, cena picantísima, retrete inmundo, calor y mosquitos: las vacaciones se han terminado.

5 comentarios:

  1. Qué aventuras nocturnas te pasan! entre los perros ladrando y el colchón para cinco no se yo qué es mejor! Se ve que lo has pasado muy bien y de relax entre tanta naturaleza,haciendo senderismo y todo, y !! por fin una fotito!! Buen viaje hacia tu siguiente destino

    ResponderEliminar
  2. Me he leído todas tus entradas Ricardo!!
    Es genial leer tus experiencias así que espero que escribas a menudo y seguir conociendo aquel mundo aunque sea desde lejos :) Que curiosidad por esas lentejas fritas pintan genial!! jajaja
    Espero que esté yendo muy bien en tu nuevo destino. Que gran experiencia!! un beso!!

    ResponderEliminar
  3. Ahora que recapacito, ricardo, eso de que te hubiera encantado que un elefante te agarrara la cabeza creo que es una temeridad e ignorancia por tu parte, ya que tienes que saber que algunas veces los elefantes, estresados, se llevan las cabezas de los turistas por ahí y ya no vuelven más (ni los turistas ni lo que es peor los elefantes) Ten cuidado!

    ResponderEliminar
  4. Joer, Rixal, pensaba que iba a poder colocar una foto en el post, pero parece que no.Se trataba del famoso elefante, con la trompa en la cabeza de Alba...

    No dejes de mandar alguna foto chula de la casa de Carmen y Jose, o del Madrás café, o tuya con un lunghi...

    ResponderEliminar