miércoles, 12 de febrero de 2014

Mi segunda llegada a la India

Escribo desde el teclado minúsculo del móvil. Son las 8.00 de la mañana y al otro lado de la puerta atronaba hasta no hace poco una jauría de perros embravecidos.

Empiezo este post como empecé el primero (parece que hace años!), porque llegar a Ahmedabad, a Gujarat, al norte, ha sido un golpe parecido, casi como llegar a la India de nuevo... bueno, primero cuento el sobrevuelo a Bombay: ¡qué impresionante! Desde el aire parecía que la ciudad no se acababa nunca; son como unos montes a la orilla del mar Arábigo, con edificios y más edificios, algunos enormes, que se perdían hasta el horizonte, y muchísimos otros formando barrios como colmenas de chabolas. Y luego, al aterrizar, el golpe con el norte... si bien hasta hace pocas horas, para llegar a cualquier sitio sólo tenía que preguntar a un lugareño para que veinte paisanos se pusieran a darme indicaciones, aquí la gente miraba para otro lado, o me hablaba en gujarati sabiendo que no entiendo ni papa... al final un indio mudo de aspecto siniestro me ayudó a encontrar mi autobús, el número 50, hasta el barrio de Bopal (no confundir con la ciudad de Bhopal, tristemente famosa por otras razones).

Llegué a mi hotel, y después de instalarme me encontré con mi contacto, que vive a doscientos metros, y fuimos a cenar comida riquísima en un restaurante de semilujo y sorprendentemente barato. Es temporada de bodas, y a lo lejos se veía de cuando en cuando la explosión de unos fuegos artificiales, lo cual parecía curiosamente apropiado.

La habitación 525 del hotel era fea y aséptica, no había papel en el cuarto de baño (cuando pedí que me trajeran un poco me vino un mozo con unas servilletas que traían el logo del restaurante del hotel); y el mánager era un tío con cara de cínico que pretendía ser buena gente conmigo pero cuando hablaba con sus empleados se veía que los tenía tiranizados. La primera noche hizo el numerito de, cuando llegué, preguntarme de qué marca era mi móvil y, delante de un montón de mozos, ponerse a buscarlo en Amazon porque se le había antojado uno igual; un móvil que vale casi lo mismo que el suelo mensual de aquella pobre gente. Total, que desde entonces intenté pasar siempre por la recepción sin mirar mucho al mánager y saludando con efusividad a los mozos, que me miraban como pasmarotes.

Sinceramente, aviso desde ya, no habrá manera de explicaros lo que es esta ciudad: escapa a mi capacidad descriptiva, es demasiado, no es como Málaga que tiene su calle Larios y su plaza de la Merced y Teatinos y El Palo y la Palma Palmilla; esto no puede entenderse ni explicarse de la misma forma, no puedo simplificar.

Pasé dos días en la zona de Bopal, explorando la zona, antes de mudarme a una zona más céntrica, desde donde escribo. Mi manera de proceder era la siguiente: salía de la habitacion, andaba quince minutos y volvía a la habitación, espantado. Luego volvía a salir y esta vez me aventuraba un poco más lejos, y luego volvía al hotel con el rabo entre las piernas, etcétera. No es que me sintiera en peligro en ningún momento, pero la verdad es que el cambio fue bastante brutal, supongo que por la mezcla de no estar ya en el sur sino en el centro-norte; no en zona rural sino en una ciudad de más de 6 millones de habitantes; y para más inri en un barrio de las afueras. El tráfico, una locura absoluta: pegadito a un indio/a para cruzar. Basura por todas partes, de vez en cuando la amontonan y la queman: vuelta a la tos y los ojos rojos. El clima sin embargo es más benigno que en el sur: com si fuera una primavera malagueña. Muchisísimos perros callejeros en un estado lamentable, tristísimos, que la gente trata a patadas. Hasta las vacas parecen aquí más amenazadoras, con sus cuernos enormes y retorcidos. Los edificios tienen cuatro o cinco plantas, las fachadas son todas diferentes y todas descoloridas. La cantidad de establecimientos es abrumadora; los comercios no se abren a la calle sólo en la planta baja de los edificios sino en todas las plantas; se accede a ellos mediante un sistema de escaleras y pasillos que suben y bajan desde las aceras. Aceras, jajajaja. Mejor caminemos por el asfalto. Todo deja su cadáver detrás y eso es más evidente aquí que nunca: del tendido eléctrico cuelgan, a cientos, los restos de las cometas que hace un mes sobrevolaban los cielos en el festival de Uttarayan (Ahmedabad es "la capital de las cometas"). Hay muchísimos árboles y plantas, ardillas por las calles y pájaros raros; ayer vi un elefante y luego un camello, y un grupo enorme de monos han monopolizado los bajos de un puente. Por encima de todo esto, como si fuera una broma, paneles publicitarios anunciando joyas carísimas, o lo flamantes que quedarán las nuevas paradas de autobús, o infografías 3D de unos apartamentos que están ubicados en cierto barrio milagroso donde hay papeleras y farolas en las calles y el césped está bien cortadito.

Pero poco a poco, como viene pasando, uno empieza a adquirir los ritmos de la ciudad, a ver lo extraordinario como normal. Con mi amiga dimos un paseo alrededor del lago Vastrapur, muy bonito, y luego fuimos a una muestra de agricultura ecológica con escenario para unos músicos y bailarinas. La fui a recoger un día a su trabajo, que es un edificio rodeado de unos jardines frondosos. Luego me llevó a su casa, donde conoci a su madre y hermana y cenamos cosas superindias. Después de dos noches en Bopal, ayer martes me mudé al barrio de Ambawadi, en el centro de la ciudad.

El autobús que me llevó de un sitio al otro pasaba por una zona de hoteles de lujo, y cuando yo ya me decía "vale, esta es la zona de los hoteles de lujo", entonces se veía una calle llena de chabolas, niños semidesnudos, gente durmiendo en camastros al aire libre; y cuando yo ya me decía "vale, entonces no, es la zona de los pobres", entonces venía un edificio de apartamentos modernos, y al lado una fábrica y al lado un hotelazo, una autopista elevada haciendo sombra a un dédalo de callejuelas, etcétera; la India es un recordatorio constante de que las cosas NO tienen por qué estar ordenadas. Niños trabajando en los puestos callejeros se mezclan con estudiantes universitarios con gafas de sol que se mezclan con personas y perros moribundos; y nadie me mira, sólo un niñillo sin camiseta y cargando un saco me saludó sonrientísimo una vez y yo me pregunté que adónde iría tan contento.

Llegué embotado a casa de Jaye, mi contacto couchsurfer (llegar fue harto complicado porque las calles no tienen nombre: cada edificio tiene su nombre particular, y muchas direcciones son relativas al comercio que haya al lado; al estar todo en gujarati la cosa se complica). Jaye es un chico muy curioso; gafitas, perilla, menudo; se define a sí mismo como minimalista, se dedica a ayudar a su madre en las labores del hogar, y cuando llegué tenía el suelo de su cuarto lleno de herramientas y trastos porque los estaba ordenando. Vive con su madre, campechana y maestra de inglés, y su hermano, estudiante de matemáticas. Nada más llegar Jaye y yo fuimos con su moto a hacer algunas compras. Me cayó inmediatamente muy bien. Me contó, atentos al percal, que ese día tenían una comida familiar porque una de sus primas se casa el lunes y la tradición es que la familia de la prima vaya a su casa a invitarles a la boda, y a cambio ellos les preparan una comilona de agradecimiento. Nos tomamos un chai en la calle y volvimos a casa. La casa por dentro es así: las zonas comunes muy limpias y ordenadas, los cuartos pelados y sin decoración alguna, y los pasillos con las paredes sin pintar y cables por el techo, y una foto de un señor que debe ser su padre que murió. La cocina atiborrada de cacharros y una barbaridad de tarros con especias y legumbres; y un altarcito a la diosa Parvati con estampas, estatuillas y luces de colores. Cuarto de baño minúsculo sin papel higiénico pero con chorrito de agua direccional jejeje que aún no he probado.

Jaye se acostó para echarse una siesta y yo me quedé en la cama de su hermano, leyendo mi libro y preguntándome cuándo llegarían los invitados porque me moría de hambre. Llegaron sobre las 16h, cincuenta páginas después. Cuando escuché que empezaba a llegar gente, he de confesar que tuve una especie de ataque de pánico, llamémoslo pánico escénico. ¿Qué demonios hago yo aquí? Decidí, lo juro, irme sin comer, poner alguna excusa y comer cualquier cosa en la calle, quizás incluso buscar un hostal. Pero en el pasillo me encontré con la madre de Jaye, que me puso en la mano una bandeja con comida y me dijo que me sentase en un sofá del salón y comiese todo lo que quisiera. Y el pánico desapareció al momento. Go with the...

Qué comilona. Comida picante, salada, amarga, dulce, riquísima. De todas las formas, texturas y colores. Todo el mundo hablando gujarati, las primas guapísimas y yo sin saber siquiera si podía mirarlas a la cara hasta que alguien me hizo una pregunta y empecé a hablar con ellas. La madre sirviéndome comida y más comida. Me dio hasta pena irme, pero había quedado con mi amiga; la madre no me dejó salir de la casa sin un jersey porque luego refrescaba.

Como resumen o conclusión, qué ciudad tan difícil, tan desafiante; pero, siendo esto tan contradictorio como sólo puede serlo algo en la India, ésta es la ciudad de la Tierra donde más ganas tengo de estar en estos momentos.

10 comentarios:

  1. Bienvenido a India, Ricardo!! Pensaba que no ibas a conocerla nunca...

    Muy bueno el pos, iyo. Lo que me toca un poco las bowlings es, one more time, tu tendencia a cierto englorie literario, que ya descubrimos en Roskilde, y que aquí se había insinuado, pero no terminaba de aflorar. Pero mira por donde, ya está aquí de nuevo. Tú y tus "perros embravecidos"...

    El indio envidioso.

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  3. Tb yo escribo dsd el miniteclado q detesto para agradecerte la buena hora q he pasado leyéndote: nada q envidiar a una buena novela y una vez más la realidad supera a la ficción.
    Espero impaciente próximos capítulos.
    Gracias y un fuerte abrazo.

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  4. Ricardo, de acuerdo con rafa con tu englorie literario ese. LA ultima frase/oracion del post, ten cuidaito que te enredas. NO seas tu muy indio, elefantito.

    A ver, si a las indias guapisimas no las querias mirar a la cara, a donde las mirabas de mientras? en?

    Y a ver, el lago Vastrapumpur no lo has descrito mucho. Cómo era? que tenia delfines jugando al ajedrez tiraditos en la arenita? monos haciendo eski acuatico con un cubata en la mano? orcas comiendo shushi? peces voladores de marca ryanair? explica JOER

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  5. Qué pasa con los pos, rixal? que es que llevamos ya seis días esperando, hombre, que mucho india y mucho rollo, y pocas indias y poco blog, joler!!!!
    Pa eso, te vienes y punto, iyo, pa no colgar pos, pues ya te vale, o qué.

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  6. Y tiene razón el Migue. Que la última frasecita del pos, que vaya tela, tiene miga. Es que te pegas unos englories del catorce, macho. De esta, al nobel de literatura.

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  7. Te vas creciendo, creciendo, creciendo...y es que al final la cagas, iyo. Te cuidadín.

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  8. y traete una prima paspaña, que veamos si es verdá eso que dices de ellas.

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