martes, 4 de febrero de 2014

Primeros días en La Arcadia

(ADVERTENCIA PRELIMINAR: he recibido ciertos comentarios después del último post diciendo que soy un vendido, pues yo, que como sabéis siempre he sido más bien un urbanita acomodado, me deshacía en elogios hacia la naturaleza exuberante y los paseos por la jungla en Kodaikanal. Así que aviso desde ya: lo que vais a leer a continuación puede escandalizaros.)
Llegué a Kochi a las 4.30 am, la cual no me pareció una hora decente para presentarme en casa de nadie, asi que esperé junto a una capillita azul, punto de referencia dado por José, mientras la ciudad se despertaba. Me comí entre tanto un plátano e intenté arreglar a porrazos contra el muro de la capillita una linterna que me había encontrado. Cuando empezó a clarear, me encaminé hacia La Arcadia, que es el nombre de la casa donde viven José y Carmen (os habréis fijado que no he puesto iniciales; os explicaré por qué en otra ocasión). Ya en los diez minutos de marcha que tardé, el lugar me fascinó. En esta parte del mundo, el mar penetra en la tierra formando una red inmensa de lagos, canales y lagunitas; a esto se le llama "backwaters". La tierra que queda en medio, que no pasa de un metro sobre el nivel del mar, es una pura selva con muchísimos árboles cuyos nombres desconozco excepto la palmera. Hay pues mucha vegetación y mucha agua, y el ser humano ha dividido esta jungla en fincas y ha construido una maraña de carreteras y puentecitos que conectan unas fincas con otras, unos pueblos con otros (quiero aclarar que no estamos exactamente en Kochi, que sí que es una gran ciudad, sino en el pueblo de Ayyampilly, en las backwaters). En estas fincas hay casas enormes, con una arquitectura que parece europea pero con un toque oriental; poco tiene esto que ver con las chozas cutres y las calles más cutres aún de mis días en Mahabalipuram!!
José y Carmen poseen una de estas casonas, y el jardín adyacente sobrepasa cualquier definición de jardín que yo nunca hubiera imaginado. Y resulta que ahora yo voy a ser, por unos días, el jardinero oficial... pero vayamos por partes.
Sobre las 7 am, por fin me presenté en La Arcadia, en un estado deplorable (yo, no la Arcadia); me tomé un frugal desayuno y me acosté en el cuarto enorme que me habían asignado. Desperté a mediodía, rejuvenecido y envuelto en un calor horroroso: ahora ya sé lo que es un día de calor subtropical y os aseguro que prefiero un buen terral. Entonces José me enseñó la casa y el jardín. La casa es como de película: muchas habitaciones y salones de techos altos, muchas ventanas, escaleras de madera muy empinadas, puertas de madera que pesan un quintal; estanterías llenas de libros, cuadros y recuerdos de los sitios adonde han viajado o vivido (que no son pocos), un pequeño altarcito hindú en la entrada, una cocina enorme con muchos cacharros, y un par de gatas por ahí dando vueltas. Mi cuarto es del mismo tipo señorial, tiene al lado un cuarto de baño gigante, y del techo cuelga algo que al principio pensaba que era una medusa gigante y luego descubrí que era una mosquitera para la cama (pero no me he atrevido a ponerla porque cualquiera la desmonta luego).
Luego el jardín. Es como un poco de selva acotado por un muro. O más bien, como un jardín botánico asalvajado/aselvajado, porque de hecho la mayor parte de las plantas no crecen aquí naturalmente sino que ellos las han plantado. El caso es que hay muchísimas plantas y árboles (José me las enumeró una a una, el pobre, con si yo pudiera acordarme; y me dijo qué fruto o uso le daban a cada una, dirigiéndose a las plantas y hablando sobre ellas como si fueran sus amigas de toda la vida). También me enseñó el gallinero, el estanquecito, el sitio donde viven los patos, la trampa para ratas, el horno donde hacen el pan, el sitio para hacer abono, y un largo etcétera. En esta casa, la mayor parte de lo que comen viene del jardín. Lo que queman, viene del jardín. Los desperdicios que se producen, van al jardín. Las flores que adornan la casa, vienen del jardín. Lo que el jardín y los animales producen, lo venden en el pueblo; lo que compran en el pueblo es, las más de las veces, herramientas o semillas o piensos para mantener el jardín. Es algo alucinante y agotador: la presencia del jardín es constante, tanto físicamente (polvo, tierra, hojas, bichos bichos bichos) como en las conversaciones y la planificación del día a día.
José y Carmen son peculiares: son muy tranquilos y con una vida muy sencilla; han vivido en sitios como Teherán, Atlanta o Suazilandia, y ni me atrevo a preguntar adónde han viajado; se ganan la vida dando clases de idiomas a niños y adultos de por aquí, y ella es profesora de yoga también; se ríen muy poco pero al mismo tiempo parece que todo lo que dicen tiene un trasfondo de ironía, sin maldad ninguna. Su vida es enormemente simbiótica con la naturaleza. Y llevan diez años viviendo en la India y tienen muchas cosas interesantes que contar...
Llevo aquí dos días que han sido muy similares, y todo indica que en esta casa-jardín es esencial aceptar seguir una rutina a rajatabla para que la selva no nos consuma. Me despierto a las 7 (ellos, a las 5) y a las 7.15 ya estamos desayunando pan casero con salsas caseras o aceite (no casero). Y un té (está frase podéis añadirla mentalmente al final de cada frase). Luego ayudo a José en el jardín, a regar o alimentar a las gallinas. A las 9 tengo clase de yoga con Carmen y otros pocos alumnos y no haré ningún comentario más al respecto, jajaja. Luego, sudoroso y devastado, ayudo en el jardín a lo que sea. Después bajamos al pueblo con el todoterreno; a tomar un tentempié picante en algún bar (el conocido Madrás Café por ejemplo); a comprar cosas, o a llevarme a visitar algo; por ejemplo hoy me llevaron a ver un lugar llamado Chengamandalam o así, donde en un pequeño espacio hay, muy cerca la una de la otra, una iglesia, una mezquita, una sinagoga y un templo hindú, en amor y compaña; y donde el paisaje de las backwaters es increíble. Luego volvemos a casa a comer verduras frías y arroz (la mayor parte de ingredientes ya os podéis imaginar de donde vienen). Luego siestecita-cocción, y luego al jardín a reventarse haciendo algo. Ayer levantamos un parapeto de lona de más de dos metros de alto para que a ciertas plantas no les diera tanto al sol (¿¿y mi cerebro, es que no merecía a su vez un parapeto??); y hoy me he subido a una escalera que a su vez estaba subida a un tejado para despojar a una pimienta de su preciado fruto: ¡más de dos kilos de pimientas! El vértigo no existe, la aracnofobia no existe: sólo existen la arena y el barro y el sudor y la crema antimosquitos cada dos por tres y los bichos de todos los tamaños y colores.
Después, cuando empieza a refrescar, un paseíto por ahí: por ejemplo, ayer, a la playa. Emocionante ver por primera vez en mi vida el mar Arábigo, y muy calentito. Tengo que decir que el estado donde me encuentro, Kerala, respeto a donde me encontraba, Tamil Nadu, es muy diferente. Se ve (y, según me cuentan, lo es) mucho más rico; aquí lo importan todo de otros lugares, se cultiva y fabrica mucho menos; la gente es más pudiente y menos sonriente, se ven paneles enormes anunciando joyas y saris de seda, las calles están mucho más limpias, se ven menos animales vagando por ahí, las tiendas son menos cutres y el olor menos penetrante; el tráfico es mucho menos caótico, casi todos los motoristas llevan casco y aún no he visto a cuatro viajeros en una moto. Pero sigue siendo el sur de India, con su mucho de todo y su balanceo de cabeza tan enamorable.
Ayer, después del ratito en la playa, pasamos por una pequeña clínica a visitar a un chico, albañil, que hace tres años se quedó tetraplégico y hace muy poco empezó a recuperar cierta movilidad. No es que José y Camen le conocieran de antes, pero al parecer aquí es común ir al hospital a saludar a los convalecientes; he de reconocer que ver al joven, destrozado pero tan sonriente, me dejó muy impresionado.
Luego vuelta a casa, encerrar a las gallinas, dar de comer a las gatas, y luego cenamos pan con aceite y plátano hervido frío; ducha a lo indio, y a las 9 todo el mundo en la cama, donde me duermo con el ventilador a tope aún sabiendo que despertaré con dolor de garganta.
Así que esa es mi vida en La Arcadia, Ayyampilly, absurdamente diferente a la vida que he llevado en cualquier otro sitio. No es lo que esperaba de mi viaje a la India, pero ya en mi primer día decidí dejar de hacer planes y de tener ideas preconcebidas. Tenía pensado quedarme aquí sólo dos o tres noches pero José y Carmen se van  tres días próximamente y me han pedido si podria quedarme al cuidado de la casa y el jardín y mantener a raya a los cuervos y a cierta comadreja que quiere comerse a las gallinas; y que no me preocupe si veo una serpiente marrón de dos metros de largo porque no es venenosa. Se van de jueves a sábado, ya os contaré si sobrevivo a la experiencia... Sin duda no es lo que yo tenía planeado antes de venir, pero bueno... go with the flow!

9 comentarios:

  1. !!!!Bueno!!!! Para algo te ha servido podar de vez en cuando la hierbabuena, ayudar en la de la bouganvilla, traer y llevar la carretilla, poner el sombrajo,barrer el patio ... Estás entrenado para la jardinería, chiquillo, el jardín de La Arcadia está chupao.
    Prueba a ponerte la mosquitera, a ver qué tal. Puedes escribir todos los bichos que ves, en plan inventario. Ea, a trabajar, que luego con el yoga te relajas. Que te vaya bien por esos lares y cuidado con todo! Alucinante el sitio y encantadora la descripción

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  2. la carretilla!!! con la carretilla y los rastrejos si q tienes experiencia!!! np te asustes tampoco si ves una serpiente de cien kilos!!! será au abuela... pero es inofensiva.

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  3. Me derrito, iyo, es que me derrito leyendo tu crónica de la Arcadia. Tío, Rixal, conviertete en una esponja y absorbe a tope todo. Be water, my friend.Te avisé que en la Arcadia ibas a currar a tope, aunque espero que salgas de allí como nuevo, Carmen y José son unas personas maravillosas que sobreviven luchando contra la naturaleza, y si dejan de hacerlo durante unos días, la naturaleza se lleva jardín y casa por delante. Dile a José que te pase su relato sobre el Marapatti que se les metió en casa, es alucinante. Y pasales la dirección de este blog, les gustará seguirte.
    No me puedo ni siquiera imaginar el fin de semana que te vas a pasar solo en La Arcadia. De regar la buganvilla y podar la yerbagüena a cuidar de ese ¿jardín? va un abismo. Que Dios (cualquiera de ellos, especialmente Ganesh) te ampare.
    (por favor, ni se te ocurra dejar de escribir estas crónicas, Rixal. Y dales un enorme abrazo a tus anfitriones)
    ¿Te has comprado ya el lunghi? ¿Qué tal los desayunos en el Madrás?

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  4. Me encanta!! Disfruta mucho, sigue escribiendo y colgando fotos!! Qué ganas dan de viajar allí :)

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  5. PD: Por curiosidad he puesto en Maps todos los sitios que llevas visitados y suman 943 km de carretera...! http://goo.gl/maps/V8mgz

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  6. Ricardo he puesto en Maps los sitios y a mi me da 948. Aquí hay algo que no cuadra ... :/

    Iyo noto de tu post ( el cual no puedo comentar debidamente porque me sobrepasa, lo admito) que estas un poco hasta los coj.... del jardincito?. Haz como que quemas un poco de desperdicios y te quitas de enmedio a toas las plantas, denporc...., y a la comadreja y la serpiente te la comes fritas.
    O vas al mercado del Napapijri poblado katmandu ese y los vendes.!!!

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  7. http://www.diariosur.es/videos/actualidad/sociedad/3161376680001-trailer-oficial-heart-attack.html

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  8. Que pasa, Riqui, te has quedao pillao con la araña o qué?
    A ver si pones más pos, hombre, que la peña está ansiosa!!!

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  9. no te vayas de ahí sin hacerte una foto con la serpiente marrón de 2 metros!

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