miércoles, 19 de febrero de 2014

La boda en Rajkot

Me las prometía yo muy felices en la casita en Ahmedabad, descansando un poco de mi familia adoptiva, cuidando de las plantas y tal; pero al día siguiente me llamó Jaye desde Rajkot (donde la boda de la prima) y me dijo que tirase pa'llá, que estaba invitado. Así que a la mañana siguiente bien temprano, después de despachar al hombre de la limpieza y decirle que no volviera en unos días, cogí un autobús que en cuatro horas me dejó en Rajkot. Yo hubiera querido dormir un poco pero pusieron una película malísima a todo volumen sobre un indio que corría una carrera contra un australiano y el australiano iba ganando pero al final el indio gana.

En Rajkot hacía un calor abrasador. Tráfico malo, barrios de chabolas, barrios residenciales con torres modernas y horripilantes, muchas vacas; ningún cartel en inglés, ningún extranjero. Cogí un rickshaw hasta el lugar de la boda, encontré un metro cuadrado de sombra y esperé; Jaye llegó al cabo de un rato y nos tomamos un té para desestresar. Luego me acompañó a unas habitaciones destartaladas junto al recinto, donde me "arreglé". Se fue nosedonde, qué misterioso es este chico, y por suerte me topé con un chavalito que vivía en una residencia de estudiantes cercana y que se ofreció entusiasta a guardar mi mochila hasta el final del día.

Iba a explorar un poco el lugar (una esplanada con un estrado y muchas sillas, una zona detrás para el bufé, y un edificio al lado que parece traído de Chernobil), pero en esto me encontré con la madre de Jaye (a la cual tuve que explicar mi presencia allí, porque Jaye no le había dicho nada), y me acompañó a un gran salón para almorzar. Pero no os imagineis un salón hermosamente decorado, ni un almuerzo comunal, ni nada de eso. El sitio era más bien feo y allí cada uno comía donde quería y cuando quería; había unas fuentes de comida en una mesa. La gente del catering era una gran familia, con niños trabajando con ellos y su propia carpa en el patio donde cocinar y descansar; me resultaba muy chocante verles, casi harapientos, recogiendo del suelo las bandejas y vasos vacíos.

No sé cómo fue que empecé comiendo en una silla solo, bajo la mirada de algunas ancianas, y acabé en un corrillo con la novia, el padre de la novia, la prima guapa y Jaye, que había vuelto de sus misteriosos asuntos. Manali, la novia, también muy guapa, aún no se había arreglado, llevaba los brazos y piernas enteros cubiertos de tatuajes de henna, y parecía que tenía la cabeza en otra cosa. Nos quedamos al final Jaye y yo solos hablando en voz baja sobre el matrimonio y sus implicaciones, y luego fuimos a una pequeña cafetería donde nos conectamos a Internet y charlamos con los lugareños.

Sobre las cinco empezó a llegar desde la calle cierto jaleo y Jaye me invitó a asomarme y unirme al alboroto: el coche con el novio se acercaba lentamente proveniente del hotel, acompañado de un carro-organillo y unos tamborileros, y a su alrededor las familias bailaban, aplaudían, tiraban petardos, los hombres echaban al aire montones de billetes, y allí que me metí yo, absolutamente fascinado. No sólo fascinado: también emocionado. El ritmo de los tambores, el baile en círculos que hacían los jóvenes de ambas familias, era hipnótico y lo más animado que he visto nunca. Uno que era hermano del novio se me acercó y me invitó a formar parte del corro, y allí que me puse yo, casi como en una ensoñación. El novio salió del coche, con un vestido beige y un gran turbante, las mujeres le tocaban la frente y las rodillas, le daban bofetones y le frotaban billetes en la cabeza, y la hermana de la novia (la guapa) se le acercó con una copa en la cabeza de la que el novio tomó algo; los tambores aceleraban y teníamos al tráfico trastornado.

Finalmente, la comitiva llegó al recinto y la gente empezó a sentarse en las sillas. La madre de Jaye me llamó y me senté a su lado, y me presentó a algunos sobrinos suyos con los que entablé conversación (Jaye tenía muchas cosas en las que ayudar y no podía quedarse haciéndome la visita; el pobre venía cada dos por tres a asegurarse de que no me estaba aburriendo, jeje, como si eso hubiera sido posible).

La ceremonia tardó horas en empezar, y luego duró otras tantas. Pero la gente no se desesperaba: para el final de los rituales no había casi nadie mirando, todo el mundo estaba en el bufé. Yo mismo hice una escapada para la merienda. Pero es que el número de rituales escapaba a mi razón: simbólicamente incomprensibles y estéticamente maravillosos. Me encantó, me atrapó como una buena obra de arte. Primero estaba sólo el novio sentado en un trono plateado, y le daban de comer, le pasaban polvos y cosas por la cabeza y una chica le acariciaba la espalda constantemente con una bola metálica. Luego llegaba la novia debajo de un palio de flores, antecedida de sus tías y primas que bailaban con desenfreno y exhuberancia; se encontraba con el novio y se ponían el uno al otro un collar de flores mientras iban subidos a hombros de sus parientes. La novia llevaba tantísima joyería, tantísimo henna en los brazos, que no se le veía nada de piel. Luego empezaban a atarse los ropajes con hilos y cuerdas, se daban de comer el uno al otro, las familias se daban regalos, y un monje rezaba mientras ellos echaban cosas a un fuego en una vasija. A todo esto, el público a lo suyo: las abuelas charlando en el bufé, los niños correteando, los padres y madres buscando posibles consuegros; todo el mundo arreglado con muchísimo color y brillantes. Una banda tocaba música romántica india. La gente del catering (un catering diferente, más lujoso; los pobres recogían la basura que se acumulaba en el suelo) no dejaba de pasar ofreciendo agua y zumos de todos los colores; nada de alcohol. A veces me daba la impresión de que yo era el único mirando a los novios. Y una de las primas me hacía ojitos, lo juro, pero no era la guapa así que yo me hacía el tonto.

Al final, los novios dan cuatro vueltas en torno al fuego y a su alrededor los invitados tiran flores y confeti. No se cómo me las apañé para estar ahí en el estrado, tirándoles flores desde la primera fila. El estrado acabó lleno de pétalos, polvos de colores, especias; y la ceremonia se acabó. Para entonces yo ya estaba saturado de ritos y música y fui a cenar algo con los primos de Jaye, que eran niñillos pero bueno. Y ay dios, qué cena. El bufé era impresionante. Al principio yo quería intentar recordar todo lo que probaba para poder contaroslo; pero todo era tan diferente, tan raro, tan rico, que al final lo único que podía hacer era disfrutar al máximo cada plato, sabiendo que probablemente sería la primera y última vez en mi vida que probaba algo así.

Los recién casados y su familia inmediata (me dijeron que había 400 invitados) cenaron en unas grandes mesas. Yo estuve charlando con un grupillo de jóvenes, y luego se me acercó una niña y me dijo que su amiga quería conocerme. La cosa empezaba a irseme de las manos. Conocí a la chica en cuestión, que quería a su vez que conociera a sus padres. Conocí a los padres y charlamos un poco, pero por suerte antes de que empezaramos a hablar de planes de boda llegó el final de la celebración. Los novios abandonaban el lugar y se iban a vivir a casa de él. De repente, el jaleo y el ruido dejaron paso al silencio: creo que ha sido el momento más silencioso que he vivido desde que llegué a la India. La novia deja de pertenecer a su familia y pasa a pertenecer a la de su novio. Así que toda la familia de la novia estaba llorando, el padre desconsolado abrazando a la guapa, que es la única hija que le queda ahora; y la familia del novio llorando por contagio... lágrimas rituales, puede ser; pero no por ello menos conmovedoras.

Sería sobre medianoche; fui a por mi mochila a la residencia de estudiantes, me despedí de la gente que había conocido y me monté en un taxi con la familia de Jaye (madre, hermano, hermana y sobrinillo). El taxi nos llevó a un barrio residencial, un complejo de torres recién construidas, feas y solitarias. El padre de la novia había alquilado toda la primera planta de una de ellas, cuatro apartamentos vacíos y polvorientos, para los invitados. Había una pila enorme de colchones y mantas, me instalé una camita junto a la de Jaye y me dispuse a dormir.

Ya estábamos acostados cuando llamaron a la puerta del apartamento. Eran algunos jóvenes que estaban jugando a las cartas en otro de los apartamentos, y que nos invitaban a jugar con ellos. Así que acabé el día de la manera más bonita y surrealista: en unos colchones con un montón de jóvenes gujaratis, a mi lado mi frustrada pretendienta que insistía en enseñarme a jugar, frente a mí la prima guapa que hace un rato lloraba y que ahora se reía muchísimo...

Podría haberme quedado toda la noche allí pero no lo hice: estaba cansadisimo, no me enteraba del juego ni del gujarati; volví a mi habitación donde Jaye ya llevaba un rato acostado, y, en la gloria, me dormí.

Es difícil explicar mis sensaciones; todo fue intenso para los sentidos y las emociones. Ahora releo todo lo que he escrito y me parece ridículo y me dan ganas de borrarlo todo y volver a escribirlo de nuevo. Pero no tengo tiempo. Al día siguiente de la boda ayudé  a limpiar los apartamentos (más que ayudar, mejor sería decir que los limpiamos Jaye y yo: ¡todo el mundo se escaqueó!), luego me despedí con emoción del padre de Manali y le regalé una moneda de un euro; me llevó en el coche nupcial hasta la parada de autobús, y emprendí mi camino hacia una nueva ciudad que explorar: Junagadh. Mañana quiero intentar subir los diez mil escalones hasta el templo de Girnar. Yo sé que la vida no es ni puede ser siempre así, de ciudad en ciudad, de aventura en aventura; pero tenía tantas ganas de venir a la India que no estoy dispuesto a perder la oportunidad de hacerlo.

3 comentarios:

  1. Vayamos por partes.
    "película malísima a todo volumen sobre un indio que corría"
    cago en la ostia ( lea quien lea esto) como provocas. Si sale un indio, si el indio corre, la pelicula se merece un oscar. Es buena, y punto. Me gustan los autobuses que van al pueblo ese Boicot, me gustan.

    " los hombres echaban al aire montones de billetes, y allí que me metí yo, absolutamente fascinado. No sólo fascinado: también emocionado"
    tocate las p_ l_tas, me dices que no te emocionas si ves a un tio tirando billetes y me da algo. Ya lo que dices que te metistes en el corro, ya diria yo que son ELLOS los que se quedarian acojonados.
    No sé por qué pero me da a mi que no me metería en un corro de esos, a noser que fuera pa meterle mano a la prima ( a la buenorra).

    "Me encantó, me atrapó como una buena obra de arte"
    opción 1. enarbolamiento.
    Respuesta 1: indianito que te emocionas, no te pongas muy holistico.
    opcion 2: errata literaria. Se te olvidó escribr " me atrapó COMO UN BUEN CHORIZO MANGA una buena de arte".
    Respuesta 2: bien escrito, sin enarbolamientos ni gilip.......

    "llevaba tantísima joyería,(...) los brazos, que no se le veía nada de piel"
    ese es mi hermano ostia, en la boda y namásque le quería ver las cachas a la novia. Ole tu.

    "una de las primas me hacía ojitos, lo juro, pero no era la guapa así que yo me hacía el tonto"
    Momento cumbre del post. Inabordable para un pobre espaøol exiliado en noruega. Eso hay que estar en Indonesia para vivirlo.
    Y para vivirlo que tu digas que la india era fea, minimo seria un camaleon, que no podriamos aceptarla ni como animal de compaøia. De todas formas dale una Uportinidad ( sin roce) que a lo mejor las amigas están BIEN y encuentras algo para palpar que no tenga HENNA de ese.

    Bueno si seguimos desglosando tenemos que hacer un blog de "comentarios pa la vida de ri" asi que aqui te quedas, solo un par de apuntes:

    "muchas vacas; ningún cartel en inglés", te lo dije ostia te lo dije que no te fias de mi, que por allí hay vacas TELA

    pasatelo mu bien en Junagadh, pero recuerda que ayi es importante tene la boca antes de las comidas bien enJuagadh. Harme caso.

    un abrazo indonesio.

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  2. Bueno,realmente !qué exotismo de boda! Qué bien que lo has pasado en grande bailando, comiendo, ligando, charlando con todo quisqui, alucinando... Muy extraña la llegada del novio, si te descuidas tienes tu que hacer una entrada parecida, sin comerlo ni beberlo. El fin de la boda es mortal con tantos lloros. !Qué penita! Espero que te habrás informado de lo que significa cada uno de los muchos pequeños ritos que has descrito, y si no, ya te estás informando para contárnoslo! Que siga tu aventura, tu blog,que me encanta, y los comentarios, con los que me mondo!!

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  3. A ver, Rixal, a veces tengo la impresión de estar leyendo las aventuras del menda protagonista de "el misterio de la cripta...", de Mendoza.
    Es que me lo paso que te rilas, salvo cuando la cosa toma visos de englorie literario, que no voy a repetir ahora. Ya han quedado bien claritos en el pos de mi colega bloguero, turmano el Migue.
    En lo que coincido totalmente, pero vamos, coincido coincido coincido, es en el momento cumbre del pos:
    "una de las primas me hacía ojitos, lo juro, pero no era la guapa así que yo me hacía el tonto"
    Es de traca, Rixal.
    Genial, iyo, sencillamente genial. Me pasa como cuando alguien de la peña colgó la foto de Mariapura y Miguel en el guasap, es que no me canso de mirarlo; al rato, pienso que no es posible, pero nada, ahí sigue. Con esa frase te has coronao, has puesto el listón a un nivel de aúpa.
    Hay otro momento, en el que afirmas "la cosa empieza a írseme de las manos", en el que tengo que reconocer que la boca se me hizo agua: ahora sí, pensé, ahora se lía de verdad. Pero todo quedó en nada, mi gozo en un pozo. En fín, otra vez será.Pero no levantes falsas expectativas, macho, no defraudes a tu público que tanto te quiere y al que tanto debes.

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