sábado, 5 de abril de 2014

Shanti, shanti

Total, que me iba a quedar tres noches en Manali y al final por culpa del shanti shanti me quedé ocho. No os vayáis a creer que el shanti shanti es algún tipo de droga; el shanti shanti es la actitud de la gente de esta región de la India ante la vida, y básicamente quiere decir Tranqui tronco, Paz hermano (algo así como el mítico shuiya shuiya). En Manali nadie se apresura por nada. El tiempo pasa a un ritmo diferente entre el río y las montañas, los manzanos, los bancales de cebada y las cascadas. Así que fueron ocho días con un grupo de indios de mi edad majísimos, también unos pocos mochileros igualmente buena gente, muchas historias que compartir y cosas que aprender... más, perdonadme, de las que podrían caber en el blog...

También me di bastantes paseos-rutas por el campo, a pesar de que sabéis que bien prefiero un rascacielos a un ciprés; pero es que el paisaje en Manali es precioso (a propósito, si habéis memorizado cada palabra del blog, como bien espero, recordaréis que la novia de la boda a la que fui, la hermana de la prima guapita, también se llamaba Manali: qué juguetones son estos dioses). En dos ocasiones hice un paseo valle arriba hasta llegar a Solang, que es donde empieza la nieve. Allí hay muchísimos excursionistas, puestecillos de té y comida y de alquiler de equipamiento para esquiar y botas de agua, muchos jeeps, un teleférico, gente haciendo parapente, y sobre todo mucha nieve. Un poco apartado de este jaleo había un pequeño asentamiento tibetano, y tenían varios yaks con ellos. Son como vacas pero con los cuernos brillantes y afilados y el pelaje largo hasta el suelo; muy majestuosos. La segunda vez que fui a Solang fui con dos amigos; nos paramos en las aldeas a tomar té, subimos hasta una cascada, y una perra a la que bautizamos Nutella nos acompañó todo el camino desde Manali hasta Solang y luego de vuelta a Manali.

Las posibilidades de excursiones en Manali creo que son ilimitadas: hay más ríos, montes y cascadas de las que se puedan contar. Lo malo es que aún mucha nieve en las alturas así que aún no se pueden hacer muchas cosas. La carretera que va a Leh ("el Paraíso en la Tierra"), permanece cerrada hasta mayo porque el paso de Rohtang, a varios miles de metros de altura, está cerrado. Están excavando un túnel bajo la cordillera pero, aplicando el factor shanti shanti, tardarán más en construirlo que las pirámides. Pocas veces me he sentido tan dentro de una película como cuando entré en la oficina de turismo y pregunté: "¿está abierto el paso de Rohtang?". Pero no me quejo, faltaría más; es suficientemente placentero andar por un camino rodeado de cultivos que se extienden hacia arriba y abajo en cientos de niveles, saludando a las mujeres y hombres que cargan con cestos, maderas y quéséyo, y a los niños que conducen burros o van al colegio con sus uniformes y sus mochilas gigantes.

En Manali hay dos templos famosos: el dedicado a Manu y el dedicado a Hadimba. Son templos muy pequeñitos, de madera, con poca decoración y cornamentas de animales colgando en la fachada. Al de Manu no entré: me daba pereza quitarme los zapatos (shanti shanti, me dije). El de Hadimba en realidad no es un templo en sí sino una protección para el auténtico templo, que es una pequeña caverna bajo una roca, muy misteriosa, donde arde un pequeño fuego. Hadimba es una diosa-demonio, y según me contaron el templo lo construyeron para que durara siglos sin tener que hacer reformas, pues la diosa se enfada si tocan el templo y entonces hay que sacrificar muchos animales si quieren, por ejemplo, reparar el tejado. Vi también un árbol que era en sí un templo, junto al cual había mujeres con yaks, o sosteniendo en brazos unos conejos enormes: veinte rupias si quieres una foto con el yak o con el conejo. Sin embargo, el templo más chulo no aparece en ninguna guía ni había nadie visitándolo: un día me eché a andar por un sendero monte arriba y en lo alto encontré una pequeña cabaña de madera que era un templito. Allí me quedé un rato largo mirando el horizonte nevado y el pueblecito disperso, shanti shanti total.

El pueblecito. Manali en sí no es nada del otro mundo, una pequeña ciudad turística, con muchos perros, unos pocos monos, tropecientas agencias de viajes y hostales, y muchos indios de otra parte de la India que a veces parecían más guiris que yo mismo. Había excursiones de instituto, grandes masas de niños y niñas ruidosos que hacían, por ejemplo, tirolina en el río. Yo me quedaba en Old Manali, más tranquilo, menos masificado, lleno de israelíes.

Lo de los israelíes en la India es algo bastante sorprendente. Hay muchísimos. El caso es que, después de tres años de servicio militar obligatorio (no es obligatorio, dicen, pero si no lo haces se te considerará un deshecho social), les dan un dinerillo y entonces se vienen a la India de tranquileo, hasta que les dure el dinero. Por lo general no hacen excursiones, no se mueven apenas, no se integran; hacen sus grupillos y van a sus propios restaurantes (en Manali había muchos carteles en hebreo). En mi hostal había dos, muy buena gente. Uno de ellos por la mañana se envolvía en una tela blanca, se agarraba unas correas al brazo y rezaba con la Torá en la mano; luego dejaba todo el instrumental en la habitación y se ponía en el patio a escuchar música machacona a toda voz y a fumar cigarrillos. Me contaron que hay gente en Israel especializada en venir a la India a llevarse de vuelta a los jóvenes que vienen y, entre tanto shanti shanti y marihuana, se "pierden" aquí durante años.

He renegado a veces, lo sé, del contacto con otros mochileros, pero es que a veces llevan un plan jipi-piji-esotérico que no me gusta. Pero es verdad que también hay muchos con grandes historias que contar, y en Manali escuché unas cuantas. Por ejemplo, el chico holandés de diecinueve años y mejillas sonrosadas que se compró un camello en Rajastán y estuvo tres semanas viajando por el desierto de aldea en aldea; luego vendió el camello. También hay historias de gente que lleva viajando años y años y que, al cabo de tanto tiempo, acaban perdiendo un poco el norte. Un chaval coreano, el pobre, que tenía diarrea aguda y sin embargo se hizo un viaje de doce horas en autobús, no sé en qué condiciones. Gente que ha venido veinticuatro veces a la India, gente sin billete de vuelta, gente que viaja sin tarjeta de crédito, gente increíble, en resumen, aventureros sobre los que se podrían escribir libros.

También había unos chavales y una chica de Delhi. Aquí hablan de Delhi como si fuera Nueva York (y probablemente lo sea). Urbanitas, modernos, todo puede suceder en Delhi. Nos contaron que recorrieron la "autopista" hasta Manali a 120 km/h (una parte de mi no se lo cree porque son indios y por lo tanto fantasmas, y otra parte sí porque son indios a secas), y que en Delhi venden los mecheros al peso: dame un kilo de mecheros (esto nos hizo mucha gracia a todos).

El hostal eran cinco o seis habitaciones en fila que daban a un cespecito que a su vez daba a una calle, un río y un bosque. La habitación estaba limpia a pesar de la intrusión de escolopendras, babosas y arañas (una de las cuales era como mi puño de grande e inhabilitó el uso del cuarto de baño durante varias horas). Yo me iba al jardincito a charlar con los indios. Había un montón, siempre entrando y saliendo, shanti shanti. Los que no trabajaban en mi hostal, trabajaban en otro; aunque sinceramente no había mucho trabajo que hacer. Una vez más, es sorprendente la relación con el dinero, extraña, casi perversa. Eran amigos de toda la vida, sin duda; pero se debían constantemente dinero unos a otros, hablaban de engaños; un día me quedé solo con uno que trabajaba en otro hostal e intentó convencerme para que me cambiara, que el suyo era más barato. Por mí mismo, y lo digo sin infantilismo, sentían auténtico aprecio y genuino interés; pero aún así me cobraban más dinero de la cuenta por la habitación, y también por la parca comida; yo prefería ir a un restaurante, para su desconcierto.

Pero aparte de esto, que lo cuento porque es chocante, son gente pacífica y muy amable. No se relacionan con niñas ("no quieren estar con nosotros porque fumamos", me dijo uno). Hablan de animales, de las montañas, de cuándo abrirá el paso de Rohtang, de películas, y de otras cosas pero como es en hindi no me entero. Uno de ellos estaba muy interesado en el reciclaje y las energías renovables (algo en lo que la India ciertamente NO es pionera) y me preguntaba muchas cosas.

Cada uno vive su religión a su manera; uno de ellos venía de una familia musulmana pero llevaba del cuello la foto del Dalai Lama, otro bendecía discretamente los porros antes de fumárselos (hay un cartelón en plaza del pueblo que advierte que está prohibido el consumo de cannabis; pero es difícil controlar esto en un lugar donde la marihuana crece hasta en los arcenes de la carretera). Por las noches a veces encendíamos un fuego (aunque de una manera bastante salvaje, pues para avivarlo le echaban gasolina), ponían música en unos altavoces y hablaban de hacer una cafetería en el tejado: siempre empezarían al día siguiente, pero con el shanti shanti, creo que aún pasarán años antes de que se sirvan cafés allí.

Así pasaron los ocho días, a veces con lluvia, a veces con sol, siempre con un frío pelón. Al octavo día me despedí de madrugada de dos indios madrugadores que estaban en el césped contemplando las montañas, y me fui. Podría haberme quedado, pero tengo aún muchos lugares que visitar, y algunos asuntos consulares que resolver... si en dos semanas no salgo de la India durante al menos un día, tendré ciertos problemas con la ley y se acabó el shanti shanti; por suerte Nepal está a tiro de piedra... así que al lío.

2 comentarios:

  1. Rixal, mira que te lo he dicho ya, hay muchas cosas pendientes en el Gaona, y tú ahí, dale que te pego con la india, tol día engloriao. Cuando no son las muchachas que te hacen ojitos, son las escalopendras de los cuartos de baño; cuando no son los paseitos bucólico-himalayiles, son los petas en la terracita del hostal, con tus colegas de aventuras. Por cierto, no te juntes con el coreano, la historia del viaje en autobús con diarrea tiene pero que muy mala pinta.

    Enterate a ver si para agosto está abierto el paso del Rhotang, vayamos a liarla. Y cuidate de los burros, mira que te lo decimos veces, pero tú como si oyeras llover.

    Enga, sahnti shanti.

    El indio envidioso (es un nombre falso, por si no lo sabes)

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  2. si Eleuterio si, escAlopendras, escalopines es en lo que tu estas pensando, con salsita y champiøones.
    rixal escribe algo emocionante ya, ostia, menos historias de que si ashanti, queremos acción. Como la de la fiesta de colores que te querían linchar,

    menos paseito bucolico de los que te crees que das cuando hueles el cenabis

    mas accion, mas emoción

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