jueves, 6 de marzo de 2014

515 - B

(Dedico este post a otro Ri: mi abuelo. Que me enseñó, precisamente en un hospital, que cuando más digna puede llegar a ser una persona es cuando la salud y las fuerzas han decidido que ya es hora de abandonarla).

Voy a contaros el final: tuve una gastroenteritis aguda.

El caso es que mi problema intestinal iba en aumento: aquello no había quien lo parara, y la familia no ayudaba con su dieta picantosa y su hábito de no molestar al durmiente, así que me fui a mi hotel en la Relief Road. La cosa siguió sin mejorar y aquella noche a las 3 llamé a mi seguro sanitario, cuya actuación ha sido sorprendentemente eficiente; a las 7 me llamaron desde un número indio y me dijeron que mi hospital asignado era el hospital Shalby en el barrio de Premnagar; a las 11 me dijeron que tirara para allá, que ya había una plaza a mi nombre.

Así que me ingresaron dos noches en el hospital. Las primeras horas las recuerdo borrosas. Del viaje en rickshaw sólo recuerdo que adelantamos a un camello y que yo le hacía gestos al conductor para que no diese volantazos. Al llegar me tumbaron en una cama, me hicieron muchas preguntas y me enchufaron un suero y una serie de medicinas que empezaron a aliviarme desde el primer instante. Luego por fin me visitó mi médico, la Dra Falguni, una señora pequeñita y seria, de este tipo de personas que se ve que saben de lo que hablan.

La burocracia para mi admisión era ingente; por suerte mi amiga, que es un sol, vino al hospital a rellenar todos los papeles necesarios y pagar el cuantioso depósito... el concepto de familia está tan arraigado aquí que no conciben que alguien llegue solo al hospital. Una vez admitido, me llevaron a mi plaza asignada: habitación 515, cama B.

Me habían dado a elegir entre habitación individual o compartida. Elegí compartida, y vaya si fue una buena elección. La vidilla que me han dado mis compañeros de habitación (y sobre todo sus visitantes) no ha tenido precio. La habitación era pequeñita y muy luminosa (una de las paredes era un ventanal entero; el hospital está cerca del Instituto Indio de Investigación Espacial y a lo lejos se veía un radiotelescopio gigante, lo cual era en cierto modo reconfortante); había tres camas y la mía era la del medio. A la derecha había un señor que había tenido un infarto cerebral y no podía casi moverse. A mi izquierda otro señor al que le habían puesto hace unos días un bypass en el corazón.

El trasiego de gente en la habitación era sorprendente. Enfermeros y enfermeras entraban cada media hora a medirnos la tensión y el pulso, cambiarnos los sueros, ponernos tantas medicinas por vena que perdí la cuenta. Vino uno a llevarme adonde se hacían las ecografías para hacerme una, uy qué fresquito el gel ese en la barriga. Dos o tres veces al día venían los médicos, acompañados de un séquito de secretarios cuyo propósito no lo tengo claro. Cada dos por tres venían unos chicos con mascarilla a pasar la mopa (los enfermeros tiran las cosas que.sobran, los restos de suero, etc, al suelo). Para quitar el polvo de las superficies, su método era poner a tope los ventiladores del techo, lo cual nos obligaba a los enfermos a cubrirnos con las mantas (bueno, más bien los visitantes nos cubrían con las mantas; es una sensación rara pero bonita ser arropado por un completo extraño). Luego venían unos chavalines a "pasarnos la esponja". Entre cama y cama había unas cortinas. La primera tarde corrieron las cortinas en torno a mi, y pensé que era para dar privacidad a los dos hombres mientras les pasaban la esponja; pero entonces los chicos entraron en MI cubículo, con guantes, toallas y un cubo de agua, yo de un salto salí de la cama y les dije que iba al cuarto de baño a pasarme la esponja yo solito.

Después venía una dietóloga a ver lo que me vendría bien para comer, y al poco llegaba la comida. Qué comida. Ni en un restaurante, vaya. Suave, buena y variada (para almorzar me servían seis platos diferentes!). Aparte de la comida, había un goteo constante de catering: que si té, que si colacao, café, galletas, algo así como palomitas, zumo de limón, agua de coco, etcétera. (Hago un inciso para hacer notar que la broma le ha costado a mi seguro casi 100 euros al día, pero que no es mi culpa que me mandaran a uno de los hospitales mejor reputados de Ahmedabad). Luego volvía a venir la dietóloga a preguntarme si la comida había estado bien; y la jefa de enfermeros a ver si tenía alguna queja sobre su equipo. Venía también uno con pijamas de repuesto para que nos cambiaramos, y una fisioterapeuta a controlar que los hombres hicieran ejercicios. Cada uno de ellos tenía asignados unos ejercicios de recuperación; al de la parálisis le habían dado una pelota amarilla y tenía que intentar lanzarla lo más lejos posible, lo cual no era mucho. Al del bypass, para ejercitar los pulmones, le dieron un tubo con una bolita dentro: tenía que soplar por el tubo y conseguir que la bolita subiera. Al final, todo quisqui incluido yo probamos el chisme de la bolita.

Pero sobre todo, los visitantes. Qué cantidad de gente, por dios. Desde el primer momento quedó claro que, si bien yo no tenía allí ningún pariente, todos los visitantes de ambos pacientes serían mis visitantes también (y también entre ellos, es decir, si alguien visitaba al del bypass también se sentaba un rato junto al otro, charlaba, le ayudaba a lo que fuera). Así que basicamente, he estado tres días a cuerpo de rey porque la gente se toma muy en serio eso de cuidar de los enfermos. En un momento llegué a contar hasta dieciséis personas metidas en la habitación, mezclados los de una cama y otra, interesándose por el estado de los enfermos; todo el mundo mirándome al principio con timidez, pero luego cuando empiezan las preguntas ya no hay quien les pare; y cuando me hacía el dormido podía distinguir claramente en sus conversaciones que hablaban sobre el español que se puso malo después de comer pani puri junto al lago Vastrapur (en la India lo mejor es simplificar la propia historia para evitar muchas preguntas... ya os contaré lo que es el pani puri en un post que estoy preparando sobre la gastronomía india). En la foto, yo con algunos de los visitantes y los pies del del bypass, que no quería salir en la foto.

Claro está que en la habitación no hay asiento para tanta gente, así que los más ancianos se sentaban en parcas sillas de plástico y los demás en el suelo o en el borde de las camas, incluyendo la mía, claro. Lo mismo con los bolsos y los móviles y los vasos con agua y medicinas: donde sea que hubiera un hueco era un buen sitio; yo por accidente creo que me tomé la medicina de alguien, pero por suerte no me pasó nada. Para contribuir al ambiente festivo, la tele. Todo el rato puesta. El primer día vimos un partido de cricket, y pensé que era buena idea eso de la tele; pero luego la audiencia pareció decantarse por las telenovelas, y os digo: las telenovelas indias son MUY malas. Los personajes van todos emperifollados y parecen comunicárselo todo mediante miradas sobreactuadas que, por si la intención no quedaba clara, queda reforzada con zooms extremos, música orquestal, cámara lenta y efectos cutres. Todo lo que diga es poco. Una tarde, ambos hombres y sus parientes se fueron a que les hicieran pruebas y me quedé momentáneamente solo. Vi el cielo abierto: cogí el mando de la tele y cambié a un canal en el que ponían un documental en inglés sobre medusas gigantes. Música para mis oídos. Luego llegó la peña, y al principio nadie dijo nada. Fui yo el que tímidamente les señalé el mando (como si el canal se hubiera cambiado él solo). Inmediatamente me torturaron de nuevo con la novela y luego dejaron un canal con las barras de ajuste permanentes, como si aquello fuera más interesante que las medusas. Fue esa misma noche, durante la cena, que nos quedamos solos en la habitación el del bypass y yo. Y al señor que ni siquiera podía soplar una bola por un tubo no se le ocurrió mejor momento para darse un paseíllo, cosa que me puso muy nervioso y tuve que levantarme para ayudarle a llegar al pasillo sin caerse.

Dormir no era tan fácil porque, he ahí el talón de Aquiles del hospital, dejaban las luces encendidas. Pero bueno. También me desconcentraba que allí, tirados por el suelo, dormían muchos de los visitantes, y el festín de ronquidos era atronador. La segunda noche, el último suero del día me lo puso una enfermera muy muy negrita y guapita que creo que debería ser su primer día. Digo esto porque tuve que explicarle cómo abrir la llavecita en el tubo para dejar pasar el suero, y porque después de hacerme polvo la muñeca luchando para desenroscar una tapadera perteneciente al tubo, tuve que explicarle que se abría para el otro lado. Una vez que el suero empezó a gotear, se quedó mirando cómo caía gota a gota. Le dije que la avisaría cuando acabara y me dijo que no me preocupara. Y allí se quedó, viendo caer cada gota que entraba en mi sangre, y yo entre tanto cayendo plácidamente en el sueño; y entreabriendo de vez en cuando los ojillos a ver si la enfermera me estaba mirando pero no, ella sólo estaba atenta a la caída de las gotas.

Al señor de la parálisis le dieron el alta por la noche, y en su lugar vino por la mañana otro señor al que iban a operar de la rodilla, con su séquito de visitantes/preguntantes. Pero no nos dio mucho tiempo a congeniar porque a mi mismo me dieron el alta aquella tarde. Aunque debilucho y aún con la barriga rebelde, me encontraba ya mejor y con ganas de irme. La doctora Falguni se me despidió diciéndome que me parecía a Jesucristo, y la jefa de enfermeras que dios me bendijera. Me despedí con tristeza del señor del bypass y su esposa, y sentí gran alivio cuando por fin me sacaron la aguja de la muñeca. Me quité el pijama de hospital y me puse la misma ropa maloliente y sucia que llevaba tres días antes en el rickshaw; al poco vino mi amiga, firmamos unos cuantos papeles, y me llevó en moto a casa.

4 comentarios:

  1. Cucha, deja de soplar del tubito de la bola del colega de al lado, para empezar. Que luego pasa lo que pasa.

    Y la foto de esa que es como un sol? ande está?

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  2. animo mi querido Parisin. todavía me queda mucho por leer(te) pero te adelanto que a pesar del malestar... tio.... estas G-U-A-P-I-S-I-M-O

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