sábado, 29 de marzo de 2014

Shimla

El autobús que me llevó hasta Shimla tardó once horas en llegar, y bien podría haber sido un avión que me llevase a Estocolmo, por ejemplo. Cuando llegué estaba nublado, llovía y hacía frío. Mientras esperaba a mi contacto en la plaza principal del pueblo, mi perplejidad iba en aumento. No había rickshaws liándola, ni coches, ni motos, ni vacas. No había basura en el suelo. Y tampoco nadie escupía. El pavimento estaba en perfecto estado y había incluso cespecitos con flores. Las casas eran de colores, de madera y piedra con los tejados puntiagudos, como salidas de un cuento de Andersen. Lo único que había para recordarme que estaba en la India eran muchísimos indios paseando (con chaquetones y paraguas), y un montón de monos en los tejados.

Shimla, "la Reina de las Montañas", es una ciudad muy especial, pasé allí cinco días geniales, alejado del mundanal ruido, tan tranquilo que hasta dejé de lado la escritura del blog (tarea ardua porque sé que algunos me leéis con las zarpas afiladas). Shimla está repartida en la ladera de siete montañas, a dos mil metros de altura, y es uno de los principales destinos turísticos para los indios (lo cual creó en mí una reflexión filosófica... ¿debía considerarla una ciudad turística?... a fin de cuentas no deja de ser una ciudad india llena de indios... qué paradoja). Fue en esta ciudad donde se firmó la separación del país en dos estados (India y Pakistán), y ahora es la capital de Himachal Pradesh. Y tienen una estricta política que impide fumar y escupir en las calles, la circulación de vehículos por el centro de la ciudad, y la utilización de bolsas de plástico. Además, hay papeleras por doquier y las farolas funcionan con energía solar. Sin embargo, lo que la hace tan especial para mí es su estructura, el caos de sus calles y escaleras... pero vayamos por partes. Porque de todo esto no me di cuenta hasta dos días después, ya que el primer día no dejó de llover y lo pasé entero en casa viendo la tele, comiendo y durmiendo.

Vivía con una familia realmente encantadora. Unara, la madre, era mi contacto (los nombres son falsos); ronda los sesenta años, es pequeñita, habladora y muy expresiva, y tiene muchísima energía. Con el padre no tuve mucha interacción, hablaba poco y salía y entraba. Por último Tarim, el hijo, dieciocho años, claramente atravesando la edad del pavo, serio pero sonriente, pendenciero pero dócil, aniñado pero se hacía el durito. La verdad es que la adolescencia en Shimla no parece fácil. Hay mucha droga entre los jóvenes; la mayor parte de sus amigos están enganchados (aquí el término droga es genérico pero creo se refería a los porros), y se dedican a hacer chanchullos para poder pagársela. Sin embargo Tarim, por lo que sea, se resiste a entrar en ese mundo, lo cual conlleva que el pobre pasa casi todo el día en casa, ayudando a sus padres o viendo dibujos animados o haciendo planes para su futuro lejano. No quiere estudiar más ni ir a la universidad, quiere ser marino mercante; por ahora se gana un dinerillo haciendo de guía turístico. Y me confesó (su trabajo le costó) que le gusta pintar y escribir poemas, y que quiere vivir lejos y solo. Nos hicimos amigos.

La madre, por su parte, era toda vitalidad, risas, y una dedicación total a Couchsurfing (han tenido más de cuarenta visitas). En parte, creo que este ajetreo de gente en casa es parte de su estrategia para mantener a Tarim por el buen camino. Unara sabe que Tarim a veces fuma tabaco, me decía con gran preocupación; ella le deja hacerlo y reza porque no se enganche a nada más... Unara hablaba sobre dios, sobre los couchsurfers, y me daba recetas de cocina. Me cobraba, eso sí, cien rupias por cada comida, cosa aceptable..., lo único que me rechinaba de Unara era, en sus conversaciones, una alusión casi constante al dinero (esto es muy común en los indios). Pero bueno, me trataba como una madre: me servía té a todas horas y por la noches me daba una bolsa de agua caliente para llevarmela a mi cama-nevera.

En la tele, aparte de las abominables telenovelas indias, había una serie de canales (por ejemplo, quince) que, en grupos de cinco, ponían todos la misma película durante todo el día, pero cada canal con media hora de diferencia. De esa manera podías pillar una película empezada y luego ver el principio, o ver el final, o dejarla para más tarde... muy práctico. En los días de lluvia vi El Origen del Planeta de los Simios, El Núcleo, y Slumdog Millionaire (qué típico, macho), comentándolas con Tarim y comiendo frutos secos picantosos. La casita era pequeña y acogedora, la madre y el padre dormían en una cama en el salón, el lavabo estaba en un pasillito y el agua salía congelada, en detrimento de mi higiene.

Cuando al día siguiente amaneció soleado, salí a darme un paseo por la ciudad, y me quedé alucinado. La ciudad es un laberinto en vertical. Cientos, miles de casas se apiñan en la ladera del monte, ocupando un desnivel vertical de más de mil quinientos metros. Las calles principales y el bazar están en los niveles superiores. Las casas están puestas unas encima de otras, sin orden ni concierto, a veces tan apretadas que parece que se abombaban hacia afuera, como queriendo salir. Todas de colores y con muchísimas ventanas; y un caos de tuberías y cables en todas direcciones. Y para conectarlo todo, un auténtico laberinto de escaleras y pasadizos, algunas vertiginosas, otras amplias, algunos oscuros, otros luminosos, todo enmarañado y aparentemente a punto de venirse abajo. Me encantó. Me perdí conscientemente varias veces. Incluso había en un recoveco la boca de un túnel que atravesaba el monte y aparecía en el laberinto del otro lado, lleno de vendedores de verduras y chals de Cachemira.

El bazar principal era una de estas calles sinuosas, un caos de mercancías y gente. Había muchos hombres con barba y turbantes (sikhs), otros con un gorrito cilíndrico (himachalis), y muchos hombres y mujeres de ojos achinados y ropas de colores que eran como tibetanos o nepalíes. Había muchos estudiantes con uniforme (Shimla debe ser una importante capital educativa, porque había colegios y universidades por todos lados). También había hombres barbudos con túnicas grises, que parecían los afganos que salen por la tele; y portadores llevando a sus espaldas cargas monstruosas de un lado al otro. Y lo mejor de todo es que no era la tele.

Un día vi al alcalde de Shimla, y por vergüenza no le saludé; me arrepiento. Estaba sentado en un banco cuando, delante mía, unos turistas pararon a un señor con bigotito para preguntarle una dirección; cuando se despidieron el señor les dijo: "yo soy el alcalde de Shimla". Y no era un farsante porque en los siguientes cien metros se detuvo veinte veces a charlar con gente que reclamaba su atención, y eso que el pobre parecía que llevaba prisa.

Decidí un día contratar a Tarim para que me hiciera de guía y me llevase a ver el templo de Hanuman y las cataratas de Chadwick.

Hanuman es el dios-mono. En la montaña más alta de Shimla se erige una estatua gigante de Hanuman, y allí que me llevó Tarim. Fue una subida agotadora. Y arriba del todo nos esperaba, apropiadamente, una cantidad ingente de monos. Y (ya lo he dicho antes pero lo repito) los monos no son simpáticos. Tienen mucha mala leche. Me quise hacer una foto al pie de Hanuman y no me dejaron, nos persiguieron. Tuve que quitarme las gafas porque al parecer les encanta robarlas. Tarim estaba más asustado que yo y al final ni disfrutamos de las vistas ni nada, y bajamos a la ciudad con el rabo entre las piernas. En la ciudad también hay muchos monos, pero se acercan mucho menos a la gente (por la mañana me despertaban corriendo de tejado en tejado haciendo mucho ruido).

Por la tarde fuimos a las cataratas de Chadwick. Lo de Hanuman fue un paseo en comparación con esto. Por suerte no había monos (había leopardos, me dijo mi guía, pero sólo salían por la noche). Fue cansadisimo. Dos horas de bajada por senderos pedregosos (y una vocecita en mi cabeza decía Sigue bajando, sigue bajando... todo esto a la vuelta es subida!). En el camino Tarim se fumó un cigarrillo: antes de hacerlo el chaval me pidió permiso, avergonzado, y cuando le dije que no tenía que pedirme permiso me dijo que sí porque yo era de más edad. Después de un tramo final estrechisimo en el que nos cruzamos con varios portadores cargando troncos gigantes, llegamos a la cascada, que era muy alta y bonita, aunque con poca agua.

A la vuelta, mi guía iba más asustado que yo; en un trecho especialmente vertiginoso me pidió si podía darle la mano; una vez lo hubimos superado, para darle ánimos le di unos golpecitos en la espalda y entonces casi lo tiro precipicio abajo; decidí no dar más muestras de amistad hasta no estar en territorio seguro. Nos tomamos un té en un puestecillo con unas vistas impresionantes. Luego se fumó otro cigarro furtivo y volvimos a casa.

Fue una despedida triste de la ciudad, la casita y la familia. Pero tenía que irme: estando en Shimla me sentí peligrosamente como en casa, y no es plan. Les regalé un imán para la nevera y ellos me regalaron una bandeja entera de Sweet Milk Cakes, que es mi producto favorito de la pastelería india, y que consumo a porrillo. Luego una mañana fría y de nuevo nublada, un autobús me llevó más al norte todavía.

Pero no os creáis que mis peripecias acaban aquí: el próximo día os cuento el Mejor Paseo de mi vida, que me lo he dado hoy mismo y me ha dejado tan agotado como maravillado; aún tengo los ojos como platos y la piel de gallina.

4 comentarios:

  1. jajajaja me parto con los toquecitos amistosos
    como seria el indianito para que tu tuvieras que ayudarlo en pendientes vertiginosas???????
    mu bueno

    esq es mu bueno ;)

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  2. Joler, ya me ha pillado el Migue el comentario acerca de los toquecitos amistosos!! Ayer, leyéndolo con Celi, nos tronhábamos de risa, solo de imaginárnoslo, iyo.
    También me ha pillado lo siguiente, y es quee no cuela ni a tiros es eso de que tú ayudes a la peña subiendo paredes vertiginosas. Una de dos, o eran tan vertiginosas como, pongamos por caso, dar un paseito por la pista, o es que los indios con los que te topas son aún más caguetas que tú, cosa que es muy muy pero que muy dificil, aunque no imposible.
    Qué personajes en Shimla, Riqui. El alcarde, tu amigo Tarim y su madre podrían formar un grupillo musical o algo así.

    Enga, rixal, que mancantaol pos. Tá bien que veas eslamdog miyoner en la India, así no tolvidas dónde andas.

    El indio Envidioso (el nombre es falso, como los tuyos)

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  3. Richii estamos aqui la abuelita y yo, que guay tu peripecia en Shimla, Tarim es un crack¡¡¡ hahaha, lo de los monos no nos ha gustado mucho y dice la abueli que tengas cuidado con los leopardos que eso debe ser algo peor que los monkeys. Ten cuidaito richii con todo y que disfrutes que ya contaras a la vuelta. Besitos de la abuelita y mios.

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  4. Bueno, muy graciosas tus excursiones con Tarim, que realmente te tiene respeto (por lo del cigarro lo digo), menos mal que no le tiraste precipicio abajo, a ver como te hubieras presentado ante tu nueva madre adoptiva! Te recuerdo que madre na más que hay una( tu ya te has agenciado varias madres indias, no está mal si te traes recetas para acá y se la das a la verdadera, ya tu sabes que siempre serán bien recibidas)
    Otra cosa graciosa es la distribución de los dormitorios de tus couchsurfers, los padres de Tarim duermen en el salón, ¿y tu en otro salón?
    Un buen post!!!

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