viernes, 21 de marzo de 2014

Un fantasma en el Himalaya

Escribo esto desde el patio del hotel Paraíso del Ganges en Rishikesh. Pero no os dejéis engañar por el nombre: el sitio es bastante sórdido, la habitación es oscura y pelada, y el cuarto de baño, aunque limpio, tiene un sistema de cañerías absurdamente complejo e ineficaz; tanto que esta noche después de varias horas de desvelo tuve que hacer un apaño de fontanería para que cierto goteo parase. Pero vayamos por partes.

Después de toda la noche viajando en autobús desde Jaipur, despertar en mitad de la noche y darme cuenta de que estábamos atravesando Delhi, volver a dormirme, volver a despertar y darme cuenta de que seguíamos atravesando Delhi, llegué sobre las 9 de la mañana a Haridwar, a orillas del Ganges y a las puertas del Himalaya. Hice el check in en el Hotel Dorado (tampoco dejéis que este nombre os engañe...), y salí a darme un paseo por Haridwar, al calorcito de mediodía.

Haridwar se estructura en torno al río Ganges, que a estas alturas de su curso ya es anchísimo, formando islas de diversos tamaños, unidas por puentes. Pero no todas las islas están urbanizadas, si bien vive mucha gente en ellas, en cabañas o al aire libre, en un caos de tráfico, vacas, perros, lavanderas, monjes y santones. Haridwar es una de las ciudades más sagradas de la India; cada muchos años se celebra aquí el Kumbh Mela, que es la celebración más multitudinaria del mundo, y que hace un par de años congregó a más de 70 millones de personas. La ciudad es más bien pequeña y las infraestructuras están ruinosas, y sólo imaginarme tamaña aglomeración en las mismas calles por las que yo paseaba, me ponía la piel de gallina. En la parte central de la ciudad bajan unas escaleras al río, llamadas ghats, que la gente utiliza para poder llegar al agua y darse un baño purificador. En esta zona el río está dividido y por lo tanto es más estrecho, desde una orilla puede abarcarse la otra, y es espectacular, los templos apiñados, los vendedores de cualquier cosa, monjes con túnicas naranjas y turbantes, santones tocando instrumentos y pidiendo dinero, los puentes llenos de gente echando monedas, flores y frutos secos al río; y debajo, además de los fieles bañándose, niños y mayores sumergiéndose en el agua y emergiendo con cestas llenas de porquería del fondo marino de la cual, con suerte, podrán rescatar una moneda. Hay que decir que el agua va con bastante fuerza y la gente para meterse se agarra a unas cadenas.

Comí en un restaurante atestado, al lado de una familia cuyo hijo pequeño se ponía a llorar cada vez que me miraba. Luego subí a un templo en lo alto de un monte (había la opción de coger un telecabina pero no soy tan suicida); y arriba había, en una ladera-vertedero, unos monos liándola parda, muy graciosos. A la bajada un santón muy pícaro me pidió dinero para una manta porque tenía pensado subir al Himalaya. Le di diez rupias y me dijo que una manta valía cien rupias, y le dije que después de nueve pardillos más como yo ya podría comprarse su manta. Luego me eché la siesta en el hotel.

Al despertar ya anochecía, y bajé al ghat principal a ver el momento de las poojas, que son las ofrendas que la gente hace al dios, en este caso, el río. Volví a sentirme un alien, un espectador en un espectáculo que no entendía... ¡pero qué espectáculo! Estaba todo lleno de gente, muchos rezaban en grupo cerca del santuario más sagrado de todos, muchos se bañaban en el río, y muchos echaban al agua barquitas fabricadas con una gran hoja, dentro de la cual ponen unas flores y arde una vela. No había tantas velas flotando como podría uno imaginarse; pero suficientes para crear un ambiente mágico. A todo esto superponedle niños pidiendo dinero con carita triste, vendedores de té y ensalada anunciando a voz en grito lo que venden, policías falsos pidiendo "donaciones para los pobres", hileras de santones de barba larga pidiendo dinero y comida, y podréis haceros una idea del ambientillo que reinaba.

A la mañana siguiente me duché con agua caliente después de mucho tiempo (lo del agua caliente, no lo de la ducha, no seáis mal pensados) y cogí un autobús para ir hacia la ciudad vecina de Rishikesh, tan sólo una hora de viaje por una carretera con un cien por cien de baches. Si bien Haridwar está a las puertas de las montañas, y éstas se veían impresionantes en el horizonte, Rishikesh se encuentra ya dentro de la cordillera, también a orillas del Ganges. Durante el viaje le compré a un vendedor un paquete de palomitas, lo cual fue bastante apropiado porque la ventana del autobús parecía una pantalla de cine.

Sin embargo, sería bastante fantasma por mi parte decir que estoy en el Himalaya. Más bien me encuentro en la parte exterior de los Himalayas Exteriores; y si bien es verdad que estamos rodeados de montañas, los picos nevados de miles de metros de altura están aún a cientos de kilómetros de aquí.

Rishikesh me sorprendió (bueno, en verdad me lo esperaba) tanto para lo bueno como para lo malo. El paisaje es desde luego espectacular, la ciudad está construida en las laderas a ambos lados del Ganges (mucho más estrecho aquí que en Haridwar), hay ghats que bajan al río, y dos altos y estrechísimos puentes colgantes cruzan de un lado a otro. Los puentes se mueven y están permanentemente atestados de gente, vacas y motos; el río sale detrás de un recodo, majestuoso y turquesa. Lo malo de Rishikesh, y lo digo desde el respeto y la autoinculpación, es el turismo. Aunque haya muchos indios (porque hay muchos indios anyway), hay muchos, muchos occidentales. Rishikesh es la capital mundial del yoga, la ciudad está llena de centros de yoga, ashrams, librerías esotéricas; lo que en Haridwar era espiritualidad, aquí es más bien misticismo; con todo el respeto, creo que se respira un poco de tonteo. Pero bueno, yo mismo soy parte de esto, supongo. Hice check in en el Paraíso del Ganges y fui a encuentro de Cristian, un chico español muy agradable que conocí en Jaipur, y juntos vimos la puesta de sol al son de timbales y al olor de porros. Cenamos en un restaurante con vistas sobre el río. No negaré que es agradable hablar en español después de tanto tiempo; pero este ambiente colonial-europeo es un poco descorazonador.

Esa fue la noche en que una gota no me dejaba dormir y tuve que poner una serie de cubos en el cuarto de baño para poder detenerla (eran varios goteos pequeños que desembocaban en uno grande). A las 3 me despertó una riña de gatos que alguien acalló de un petardazo. A a las 7 me despertaron unos niños gritando y jugando. Desayuné una ensalada y empecé a andar con el espíritu ligero por la carretera siguiendo el curso del río hacia arriba.

Yo quería ver unas cascadas que tienen muy buena fama. Sin embargo, rumores de un tigre suelto, y la presencia de muchos monos, me hicieron detenerme a los cinco minutos de comenzar. Los monos son chungos, y los tigres también. Casi me vuelvo, pero vi a un hombre adelantarme y pasar alegremente junto a los monos, sin que le atacasen. Así que seguí al enigmático personaje; al final acabé por darle alcance, y así fue como conocí a Ilia, ruso, uno de los más grandes personajes que he conocido en la India.

Es un enigma cómo Ilia y yo nos  comunicamos durante todo el día porque él sólo habla ruso, ucraniano, moldavo, búlgaro y rumano (lo juro). Ni papa de inglés. Pero bueno. Tiene 70 años y es un cachondeo. Me dijo que iba a una playa en el Ganges, mucho mejor que las cataratas. Cuando nos cruzábamos con gente o coches saludaba a voz en grito y alegremente ¡¡namasté!!, cuando abajo en el río pasaba una lancha haciendo rafting, silbaba y gritaba (y yo también, por imitación); cuando nos cruzábamos con monos sacaba una armónica y la tocaba, y los monos lo miraban alucinados. El paisaje era impresionante, el río muy por debajo, y los montes muy por arriba.

Después de dos horas de marcha y de charla (desprovista de comunicación) y de un té, llegamos finalmente a la playita. Enmarcada entre montañas, arena blanca y finísima, con el agua muy calma en nuestra parte pero muy rápida en la orilla contraria. No dejaban de pasar lanchas haciendo rafting, parecía muy divertido. Así que había llegado el momento de purificarme en el más sagrado de los ríos: me bañé en las aguas heladas; apenas fue un minuto pero suficiente para limpiar mis pecados (espero). Luego tomé el sol durante un rato larguisimo mientras Ilia tocaba la armónica, y compartimos unos tomates, pepinos y pan que llevaba en su mochila.

Al rato, un chico occidental con aire beatífico llegó a la playa y se dio un baño. Pero el muy infeliz no había estudiado bien el terreno y empezó a irse demasiado lejos... Ilia y yo empezamos a gritarle y hacerle señas pero demasiado tarde: cruzó cierto punto a partir del cual la corriente lo agarró y lo llevó directo a la zona de los rápidos. Fueron cinco segundos y lo pasamos mal, la verdad. Por suerte el chico consiguió subirse a una roca y nos hizo señas de que todo iba bien. Yo me medio adormecí, Ilia miraba en dirección al chaval. Cuando volví en mi, Ilia había desaparecido. No le di importancia. Al rato vi movimiento detrás de una gran roca; me levanté y allí estaba Ilia, con un montón de indios, al mando de una operación de rescate del náufrago, que no podía llegar hasta la orilla porque la corriente era muy fuerte; un indio se amarró a una cuerda y consiguió llegar nadando hasta la roca, y luego, agarrado a la cuerda y con los indios tirando, el chaval consiguió llegar a la orilla para alivio de todos (he de hacer notar que el indio rescatador pasó a un segundo plano y el pobre volvió a nado, sin cuerda ni nada). Ilia estrecho solemnemente la mano del joven y volvió a mi lado. Al poco empezamos el camino de vuelta.

Merendocenamos en su habitación de hotel, más pepino y tomate y pan; después de la tercera ensalada del día, me encontraba muy cansado; me despedí de Ilia, que tenía carrete para rato, y volví al hostal. He cortado la circulación general del agua y el goteo ha cesado: esta noche podré dormir tranquilo.

4 comentarios:

  1. He de reconocer y reconozco que este post ( al igual que todos) tiene varios puntos álgidos.
    Pero lo que más me sorprende es que te has equivocado y has colgado una foto del rio Guadiaro a su paso por jimera de libar o algo asi...

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  2. !Me mondo con este post! ! Me troncho en esos, supongo,"varios puntos álgidos"!

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  3. Tío, Richi, vaya pos más gueno!!!
    Iyo, ten cuidaito con las ensaladas, con tus chapuzones en el Ganges y con los tigres, que luego pasa lo que pasa. Lo de los monos, fiel a tí mismo, un cagueta de marca mayor, los que te conocemos lo sabemos a la perfección, macho; qué típico, imaginarte pegado al menda para evitar que se te echen en la chepa los monkis.
    Oye, ya nos contarás cómo identificaste los idiomas en los que hablaba el ruso, uno de los muchos misterios impenetrables de este bloj.
    también ties que aclararnos a qué se debe esa dormida en plena movida en el Ganges, iyo, es que no me lo explico, de verdá. Seguro que el Ilia te echó algo en el té, ten cuidadín, Rixal.es que es de película.
    Oye, te quejas de tó. Eso te pasa por empezar el viaje por el Sur, mira que te lo dije. En la franja norte, porque la peña no te mira, y es más normalita y super india; ahora, porque el personal es colonial europeo. Tío, es que India es mu variao, eso es lo que pasa.
    Te vas a acercar a katmandú? te pilla cerquita, no?
    (oye, que sepas que me leí el anterior pos na mas publicarlo, pero no he encontrado el momento para escribir en él. De nuevo me encantó el momento cumbre en el que decías "cada uno de ellos era un potencial enemigo", o "ahora es cuando se ensañan": me entra como un cosquilleo por dentro, y me digo: ahora, ahora!!! luego no pasa nada, claro. Otra cosa: el palacio del viento es to shulo, Riki, a mí mencantó. Donde pasamos un calor que te rilas fue en el observatorio. Si tú pasaste calor, imaginate en Julio)
    Enga, lo dicho.
    E.I.E.

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  4. Una cosa que mesolvidó ayer:
    tienes razón, en la foto se advierte lo finita que es la arena de la playa!!! LAs de tarifa, una M... al lado de esas, eh?

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