martes, 18 de marzo de 2014

Jaipur

LA CIUDAD ROSA

Llegué a Jaipur después de un viaje en tren mucho menos divertido que el anterior. El vagón iba casi vacío, y excepto un tío vendiendo ensaladas a las 8 de la mañana, no volvió a pasar nadie vendiendo nada. Yo, que creía que aquello sería un cachondeo como el viaje anterior, tuve que subsistir todo el viaje con una taza de té, unas galletas de chocolate y un trozo de turrón.

Creo que la llegada a la estación de Jaipur ha sido el momento de mi vida donde he visto más gente junta; además la gente no entiende el concepto de "equipaje ligero" y todo el mundo acarrea unos maletones inmensos. Los alrededores de la estación estaban igualmente atiborrados, el tráfico me pareció una locura (aunque he de decir que esta ciudad tiene el tráfico más fluido que he visto hasta ahora... lo cual tampoco es mucho); cogí un rickshaw que me cobró por diez minutos lo mismo que Indian Railways por diez horas, y llegué a mi hostal en la apacible Janpath Road.

No es un lugar céntrico, sino un barrio residencial con las calles relativamente anchas y tranquilas. Mi hostal es un edificio de tres plantas, propiedad del Sr Tiagy, quien vive en la planta baja y recibe a los inquilinos en su salón. Desde que llegué, el ambiente y el Sr Tiagy me parecieron de cuento. Me recibió él mismo y nos sentamos en sendos sofás en su salón/recepción. Es un señor mayor, barriga prominente, gafas, y cuando habla va poco a poco cerrando los ojos. Allí en su salón, rodeados de fotos de momentos históricos para la India, esculturas griegas y miniaturas de cañones, firmé los papeles para mi estancia, y luego el Sr Tiagy me preguntó si había escuchado hablar de Trafalgar. Aluciné bastante y me di cuenta de que mi estancia en Jaipur iba a ser muy interesante.

Yo tengo un contacto couchsurfer en Jaipur, Gaurav, un chico que no podía alojarme pero que se ofreció a enseñarme la ciudad; el chaval está aprendiendo español y quiere practicar. Al día siguiente de mi llegada quedamos y visitamos la ciudad juntos. Es una ciudad bonita y, gran novedad, ordenada. El casco antiguo es una cuadrícula, se acabaron las calles sinuosas y los laberintos: en Jaipur lo que predominan son los ángulos rectos, las calles anchas, y el color anaranjado en todos los edificios del casco antiguo (dicen que es la Ciudad Rosa pero francamente para mi eso no es rosa). Este orden arquitectónico no impide el caos a pie de calle: vacas, cabras y cerdos descansan tumbados sobre montañas enormes de basura; autobuses de todos los colores invaden la carretera y los cobradores gritan el recorrido desde la puerta; y los niños, que están de vacaciones estos dias, juegan a las canicas o al cricket en mitad de la calle.

La arquitectura es muy chula, casi señorial, el bazar se abre a la calle bajo soportales, para soportar mejor, nunca mejor dicho, el calor infernal. Yo había leído que podían verse encantadores de serpientes pero me llevé una gran decepción cuando Gaurav me dijo que la poli los había echado. Me llevó a un fuerte imponente sobre un monte, a un templo donde cientos de hindúes cantaban y bailaban y tiraban al aire pétalos de flores, y a ver el Hawa Mahal, el "Palacio de Viento" un edificio largo, alto y muy fino, lleno de ventanas, donde las damas de la corte se asomaban a la calle sin que desde fuera pudiera vérselas. Otro día fui a ver, por mi cuenta, el Jantar Mantar, que es el observatorio astronómico construido por el rajá que fundó la ciudad. Y no es un observatorio que se adecúe al concepto que yo tenía de observatorio... es un gran jardín, en medio del cual se levantan estructuras inmensas de piedra y mármol. Algunas circulares, otras piramidales, otras indescriptibles pero todas perfectamente geométricas y alineadas con el ecuador de la tierra, con el sol y las estrellas, para calcular su posición y movimientos... absolutamente fascinante.

La parte nueva de Jaipur son calles anchas y ordenadas, y por encima de las más grandes de las avenidas, se levanta, sobre monstruosos pilares de hormigón, una construcción faraónica: una autovía elevada y también un metro aéreo. Estas vías se levantan a mucha altura sobre el suelo, a veces se cruzan unas con otras en un caos de pilares y plataformas; están a medio terminar y parece que lo estarán durante muchos años, y da una sensación como de ciudad futurística en ruinas.

Sin embargo, sinceramente, en mis días en Jaipur lo mejor era siempre volver al hostal y encontrarme allí con el honorable Sr Tyagi y la procesión interminable de personas que pasaban a conversar con él en su salón. Por las tardes nos encontrábamos, allí o en el columpio del patio, y hemos tenido conversaciones realmente interesantes sobre la India y todo lo que le rodea. El señor sabe mucha historia y geografía, y lo mejor de todo es que no se dedicaba sólo a hablar: con genuina curiosidad me preguntaba muchísimas cosas sobre España y Europa, sobre nuestras gentes, geografía e historia, y cuando le dije que yo había crecido a catorce kilómetros de África, se fue entusiasmado a su cuarto y volvió con un atlas para que le enseñase exactamente dónde era eso.

Como digo, otros huéspedes y amigos venían a saludar y charlar con él. Entre ellos Rita, una mujer brasileña (cuya apariencia física, manera de hablar, movimiento de dedos huesudos, me ha recordado mucho a cierta profesora de historia...), que dejó su país y abandonó el Islam hace dos meses para venir a conocer al novio indio que se había echado por Internet, lo cual le ha valido el despecho de su familia; y ahora Rita se pasaba llorando la mitad del día porque la familia del novio no la acepta y él no está dispuesto a sacrificar nada a cambio por ella. Otra de esas personas inolvidables es el cocinero-asistente del Sr Tyagi, un chico de Uttarakhand, que es un estado fronterizo con Nepal y China, y cuyos rasgos son una curiosa mezcla entre indios y chinos; es muy bajito y sonriente, cocina con celeridad, habla un inglés macarrónico que consiste básicamente en responder lo mismo que se le dice; el primer día me acompañó por instrucción del Sr Tyagi a una farmacia (tengo la garganta como una chimenea, llena de hollín), y reacciona a todo con una expresión de satisfacción, de alegría con cualquier cosa que le tenga que pasar, que es realmente entrañable.

LA CIUDAD MULTICOLOR

Si os soy sinceros, llevaba una semana acojorriladillo ante la perspectiva de Holi. Holi es el festival hindú de los colores; en Internet hay muchas fotos bonitas pero también tiene bastante mala fama entre ciertos foros de turistas: que si los indios beben mucho, que si se ensañan con los extranjeros, que si mejor quedarse en el hotel, etcétera. Básicamente, consiste en arrojarse polvos de colores como símbolo del triunfo del Bien sobre el Mal conseguido por el Señor Krishna. La noche del 16 la gente sale a las calles y enciende hogueras en las que queman dioses de papel y madera. A la mañana siguiente es el momento de los colores. Yo quedé con Gaurav a las 9 en una parada de autobús. Pasé casi toda la noche en vela imaginando hordas de jóvenes indios descontrolados persiguiéndome para tirarme cubos de pintura, y me levanté temprano y casi enfermo. El camino desde el hotel hasta la parada fue el trayecto más largo de mi vida. Había poca gente por las calles pero cada uno podía ser un potencial enemigo. Sin embargo, no pasó nada. Y eso que el festival había comenzado:mucha de la gente que se veía, caminando o en moto, en silencio o tocando una especie de corneta, iba ya entera cubierta de polvos de colores. Pero nadie parecía querer ensañarse conmigo. Cerca de la parada encontré un puesto ambulante que vendía colores; se extraen de las flores y huelen como polvos de talco. Le compré un saquito de naranja y otro de verde. Luego se acercaron al puesto dos chavales con las caras de colores y yo me dije "ya está, aquí es cuando se ensañan", pero ni por esas, me dijeron "happy Holi" y ya está. Así que me dispuse a irme pero entonces me volví fastidiado y les pedí por favor si podían ponerme un poco de colores por la cara, lo cual hicieron encantados.

A fin de cuentas, fue completamente diferente a lo que había imaginado. Fue una fiesta amable y muy divertida. Gaurav me llevó en moto a un lugar donde los turistas e indios podían celebrarlo juntos, era el jardín de la oficina de turismo. En principio, la idea de celebrarlo entre turistas me parecía un poco rara, pero más tarde le encontré cierta lógica. Los indios celebran Holi con sus familiares y amigos, hay relativamente poca interacción entre desconocidos... los turistas pueden así en cierto modo tener un gran grupo de "amigos" con los que celebrarlo. Y fue muy divertido. Había musicote rajastaní, que no son sólo sitares cacofónicos sino también electro y rock; la gente (turistas e indios) se saludaba con "happy Holi!" y se ponía color en la cara, el pelo y la ropa. Había quien tiraba el color al aire. Conocí a unos cuantos españoles. Después de un par de horas, mi amigo me dijo si quería ver cómo lo celebraban los indios; Le dije que sí y nos fuimos en moto al centro de la ciudad.

Las calles de la Ciudad Rosa estaban casi desiertas, para mi asombro. Las tiendas habían cerrado y las calles las habían tomado grupos de "hooligans" (palabras textuales de Gaurav), jóvenes indios que luchaban campalmente con polvos de colores, pistolas enormes de agua, pintura indeleble, globos de agua y cualquier otra forma de pringar al otro; todo al ritmo de tambores y cornetas de papel. Ahí es cuando me di cuenta de que un turista en solitario pintaba poco allí. Luego Gaurav se fue a pasar su Holi particular, con sus tíos y primos, y me invitó a pasarlo con él.

Fuimos pues a un barrio residencial, con fiesta y familias en las calles. Conocí a los tíos y primos, gente muy maja y campechana, todos cubiertos de una capa de mil colores, todos me saludaron echándome color sobre la cara, y a todos saludé de la misma manera. ... Luego me ofrecieron dulces típicos de Holi, riquísimos (Jaipur es conocida por sus dulces, y juro que podría quedarme a vivir aquí sólo por eso, aunque está claro que mi esperanza de vida se vería reducida drásticamente porque todo está hecho básicamente de dos ingredientes: colesterol y azúcar). Luego entramos a la casa de un vecino donde estaban celebrando el Holi con agua... en pleno salón... y sin apartar los muebles. Había un dedo de agua coloreada en el suelo, los sofás y mesas estaban empapados; sonaba un aparato de música y había allí ciento y la madre bailando, resbalándose, y cada cierto tiempo echándose cubos de agua a la cabeza. Fue muy divertido. Es curioso notar que, si bien al hablar tanto de colores, se puede crear la imagen de todo muy colorido, no es así: son pigmentos y por lo tanto, al mezclarse, todo se va oscureciendo y tendiendo al negro... así que al final del día, de vuelta al hotel, la gente que más había disfrutado de Holi tenía la piel y ropas no multicolores sino negras como el carbón. 

Fue un placentero paseo de vuelta a mi habitación. Por la tarde, la gente deja de tirarse colores y se reúnen y cenan entre amigos; de los patios salían risas y conversaciones y reguerillos de agua de la gente dándose manguerazos para quitarse el color. 

En conclusión fue todo, como siempre ocurre, diferente a como había imaginado. Nunca voy a dejar de sorprenderme, de equivocarme. Para el recuerdo tengo aún las manos un poco coloridas, así como los dedos de los pies; y alguien me dijo ayer que se me había olvidado lavarme la oreja izquierda y es verdad que la tengo roja como un tomate.

TRACA FINAL

Perdonad si me pongo serio. Desde que dejé Ahmedabad, el viaje está siendo un poco raro (si es que algo puede considerarse más raro o más normal dentro de toda esta locura). Por diversos motivos. Por ejemplo, y a pesar de todo esto que os acabo de contar, la gente que me estoy encontrando en Rajastán no tiene nada que ver con los sonrientes y despreocupados tamiles, ni con los hospitalarios y educados gujaratis. Conforme me acerco al "cinturón de población" de la India (la franja más densamente poblada, formada por Delhi y los estados al sur de Nepal), la gente se está volviendo mucho más seria... o quizás sería más apropiado decir mucho más triste. Al menos es como yo lo percibo, oye, que pa algo el blog es mío. Todo parece más descuidado, más sucio y pobre, y al mismo tiempo mucho más turístico. Creo que esta mezcla provoca un poco de xenofobia, creo que se mira al turista como una fuente de dinero, alguien a quien engañar. Te llaman desde las tiendas, intentan venderte cualquier cosa a precios desorbitados, los mendigos se te acercan a ti y sólo a ti; a veces te habla gente con segundas y oscuras intenciones claramente escritas en su rostro. Sólo llevo en esta etapa de mi viaje poco más de una semana pero creo que no estoy muy equivocado. No es que no considere que esta zona no merezca la pena ni tenga miles de lugares interesantes que visitar ni, como se ha demostrado, muchísima gente buenísima que conocer, sabores que probar, olores ante los que horrorizarse...; pero quizás sea más adecuado hacerlo en compañía. Hasta ahora, no os voy a engañar, creo que una de las mejores cosas de mi viaje ha sido el hecho de viajar solo. Me ha permitido vivir muchas cosas desde una perspectiva que difícilmente podría haber hecho de viajar en compañía. No creo que ese sea el caso en ciudades como Jodhpur, Jaipur, y todo lo que se acerca al cinturón de la India. Y no es que en ningún momento me haya sentido amenazado ni en peligro; pero un pequeño equilibrio cultural en la balanza, algo de valores europeos, harían ciertos aspectos más llevaderos.

Otro de los motivos de que el viaje haya cambiado de características es que, si bien antes tenía un motivo sólido para llegar a algún lugar (visitar a mi contacto en Ahmedabad), ahora de repente estoy viajando sin un motivo de peso... explorar ciudades y culturas, sí; y ver paisajes alucinantes... pero es raro, cambiar el chip de repente, viajar con el sólo motivo de viajar (que antes también era así, ojo, pero me las apañé para buscar una buena razón); aún así no os preocupéis que no me importa demasiado... jejeje. 

Todo esto para anunciaros que he decidido cambiar mi ruta por el cinturón de población (ruta que, de todas formas, tampoco tenía muy preparada) y subir hasta el Himalaya si los dioses quieren (subir en el sentido sur-norte, no respecto al nivel del mar; que también subiré sobre el nivel del mar pero no más allá de donde me lleve un tren o autobús). Meditaré un poco, quizás me convierta en monje temporal, y me prepararé psicológicamente para mi viaje atravesando toda la India de nuevo hasta Chennai, mi casilla de inicio y también mi casilla final. También habré de prepararme para mi vuelta a España, preparame para despedirme de tanta gente en todas partes, de los bocinazos perpetuos, de las vacas las amas de la calle, de tantas cosas inesperadas a la vuelta de la esquina, del bamboleo de cabeza...

Pero no nos pongamos tristones. Consideremos esta perorata como la melancolía que precede a la traca final en la feria, porque sabemos que después ya no habrá más fuegos artificiales (y esto no es como la feria, que se repite cada año)... ahora mismo estoy en un autobús que me lleva desde Jaipur hasta Haridwar, la Puerta de los Dioses en el Himalaya; y el vaivén y los baches de la carretera sí que parece que suenan a traca...

4 comentarios:

  1. tooooma tocho!!! joler, bueno voy al cuarto de baño y ahora me lo leo.
    espero que haya papel... si no, a lo indio con un calcetín!
    o con un pan de esos planos que se moja en salsita.... ( ....)

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  2. Jaja vamos ai rixi!!! Puedes montar un libro con to lo del blogg hahah

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  3. Vaya tela, un espanolito con ganas de ser linchado a acuarelas... :O
    mira esta foto de un tren de la india, que ha ganado un concurso de fotografía, nos puedes confirmar que es de la india?
    http://elpais.com/elpais/2014/03/19/album/1395217274_988356.html#1395217274_988356_1395217881

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  4. Rixi, aunque está mal que lo diga porque se me ve el plumero, me ha gustado mucho cómo está escrito este post,!ea, lo digo!
    Se te nota tu buen punto de prudente, pero no me seas tan "rilao" al pensar en el "holi", chiquillo, que casi hasta tienes pesadillas el día anterior!!
    Ah! y no te pongas melancólico antes de tiempo, todo se andará...

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