lunes, 5 de mayo de 2014

Campo base

Una de las cosas que más me gusta hacer en la India es, no ya viajar en tren, sino comprar los billetes de tren. Indian Railways (la cual, según dicen, es la compañía con más empleados del mundo) tiene una página web buenísima, aunque al principio ininteligible, llena de tablas y fichas con muchísima información sobre rutas, horarios, orden de los vagones, asientos disponibles, potencia de la maquinaria... También viene un horario de retrasos increíblemente preciso; digo yo que podrían cambiar el horario oficial por el de retrasos, pero yo qué sé, yo no soy indio. El caso es que me encanta ir a comprar los billetes. Hay tantos sitios a los que llegan los trenes, y es tan barato, que es fácil dejar volar la imaginación. Se llega al Advanced Reservation Center, que suele estar al lado de la estación, se coge un formulario arrugado de un cubo lleno de formularios, se rellena con la información del viaje que queremos hacer, y luego se lanza uno a hacer la cola, esa aventura que en occidente es tan eficaz y simple, pero tan anodina. A todo esto, hay gran trasiego de bolígrafos porque parece que a todo el mundo se le ha olvidado el suyo en casa. Cuando llega tu turno, después de veinte que se te han colado (sobre todo viejos meditabundos o mujeres flacuchas que saben que no les vas a decir nada), le das tu papelito al señor detrás de la ventanilla, y poco tiempo y pocas rupias después (si vas en sleeper class, claro; las exquisiteces de la primera clase con aire acondicionado y cena aún no las he probado y valen un pastón) te vas de allí con tu billete hacia la próxima aventura.

En Varanasi no fue tan fácil. Después de aquel paseo hasta la estación de tren, en el que casi me dio un soponcio, resultó que los trenes hacia Ahmedabad para la fecha que yo quería estaban completos. Yo llevaba varios formularios rellenos porque cada día salen muchos trenes hacia el mismo sitio, pero nada. Sin embargo, hay una opción que se llaman billetes taktal. Son aproximadamente 250 plazas en cada tren que salen a la venta a las diez de la mañana del día antes al viaje. Imaginad la que se puede liar: una horda de indios esperando durante horas a que se abra la veda taktal; cero posibilidades de victoria para Ri.

Pero en algunas estaciones existe algo así como una "ventanilla para turistas extranjeros", un privilegio por el que meses atrás me hubiera rajado las vestiduras, pero que ahora me venía de perilla (ya dije eso de que aprendes que no eres tan solidario como pensabas, etcétera). A pesar de lo cual hay que estar allí tempranito porque, a fin de cuentas, hay que comprar el billete cuanto antes porque hay muchos, muchos indios haciendo cola en muchas,muchas estaciones a todo lo largo de la ruta esperando el mismo billete que tú. Así que el día antes de mi viaje me planté en la ventanilla a las siete de la mañana; no era una ventanilla sino una oficina y tuve que esperar a las ocho a que abriera, mientras comía un racimo de uvas y contemplaba cómo limpiarefrescaban el suelo de la estación a cubazos de agua, para gran molestia de las docenas de familias que dormían o habían instalado allí su campamento. Cuando abrió me senté en un sofá en la oficina, que estaba refrigerada a tope con aire acondicionado, donde hubiera pasado gustoso el día entero. En toda la mañana sólo entró un francés septuagenario que no sabía bien adónde quería ir, un japonés más perdido que yo, y de casualidad mi amiga Anne-Marie. A las diez menos cinco le pedí al señor que metiese ya los datos en el ordenador, y a las diez en punto le dio al intro. Salí de la oficina muy ufano con mi billete taktal y con mi amiga, y nos fuimos al Blue Lassi.

El viaje hasta Ahmedabad duró treinta horas y no os torturaré con los pormenores de semejante tortura. Desde Varanasi hasta Ahmedabad no vi a un sólo vendedor que vendiera algo que pareciera mínimamente salubre así que me mantuve a base de agua y una bandejita de arroz blanco reseco (lo que sobró lo dejé en mi rejilla como sorpresita para los limpiadores; lo siento mucho, que pongan papeleras).

Me gustó mucho volver a Ahmedabad. Me sentí como de vuelta al campo base. Ahora que tenía otras ciudades con que compararla, me di cuenta de que es una ciudad mucho más limpia y agradable que las demás que he visitado. Muy temprano salía del hotel para dar un paseo por el laberinto de Lal Darwaja. La primera vez que se visita una ciudad, el principal interés es no perderse; cuando se vuelve a visitar, el principal interés es perderse. Templos escondidos, mezquitas, pasadizos oscuros, mercados; cabras, perros durmiendo en los techos de los coches, vacas rebuscando en la basura, un elefante, varios camellos tirando de carros; gente durmiendo en camastros en la calle, gente aseándose en los grifos públicos, gente abriendo sus puestos de té, gente sentada en la puerta de su casa y que te saluda con un amable Good morning! (la primera vez fue un árabe con barba y gorrito blanco; después de saludarme no me ofreció nada, ni rickshaw, ni hoteles, ni droga; me saludó por el placer se saludarme y casi se me saltan las lágrimas). Al término de mi paseo me tomaba un lassi. Los indios a veces son un poco especialitos. El encargado de un puesto tardó cinco minutos en entender que quería un lassi, sólo porque no estaba diciendo bien la palabra: hay que acentuar la "i", no la "a" ; pero el puesto era sólo de lassis así que el chaval podría haberlo inferido antes.

A partir de las diez o las once se instalaba en la ciudad un calor terrorífico. Durante el mediodía me recluía en mi habitación cual vampiro, con dos ventiladores a tope (uno de ellos lo substraje de la sala común del hotel, aunque luego me di cuenta de que en mi habitación un ventilador contrarrestaba el efecto del otro), dándome duchas de agua fría, viendo la tele, dormitando...

Sobre las seis de la tarde quedaba con mi amiga, en su casa o en un centro comercial fuertemente refrigerado. Ir al cine, beber batidos, ver series en el ordenador, charlar sobre la India y España y el mundo entero...

Luego por la noche volvía a mi barrio, me tomaba un lassi o un helado y me iba a la cama, derrotado. Descubrí un bar de bebidas debajo de una mezquita, con pinta de llevar ahí muchísimos años; la noche que lo descubrí el camarero me invitó a mi lassi, lo cual me volvió a poner al borde de las lágrimas. 

Ahora están siendo las elecciones en la India. Digo están siendo porque hay convocadas a votar ochocientos cincuenta millones de personas, que no son pocas, y para facilitar la cosa lo hacen de manera escalonada, estado a estado, a lo largo de un mes. Yo no soy experto en política india, pero el tema de las elecciones es tan omnipresente que he aprendido varias cosas: el asunto se divide entre los partidarios de Rahoul Gandhi, que es el actual primer ministro, y los partidarios de Modi, que antes era un vendedor de chai y que dentro de dos semanas, o eso dicen los sondeos, será el primer ministro de la India. En Varanasi coincidí con Modi, aunque no llegué a verle. La presencia militar era fortísima y todo el mundo iba con gorritos, camisetas y banderolas con el careto de Modi.

También hay un tercer partido en discordia, el minoritario AAP, también llamado por mi como el Partido de la Escoba. En Varanasi un tío me dio una insignia de un enigmático partido político, con la foto de un tío muy serio con bigotito y gafas, y una escoba. Mi primera mañana en Ahmedabad escuché cierto jaleo fuera de mi ventana: me asomé y, para mi asombro, vi al tío de la foto! Iba en una especie de carroza y estaba saludando a la gente, con música y muchas fotos de si mismo alrededor. He de decir que nadie le hacía mucho caso, ni siquiera los militantes de su propio partido; el pobre casi se descogorza al bajar de la carroza porque nadie le ayudaba. Aquella tarde mi amiga me contó que AAP es un partido con sólo un punto en la agenda: acabar con la corrupción en el gobierno. Me contó que el señor del bigotito es bastante personaje, que hace unos años ya ganó las elecciones en Delhi pero que vio tanta corrupción instalada en el gobierno que se despidió a si mismo (esta historia puede no ser cierta, quizás no escuché bien porque no podía parar de reirme).

El caso es que a Gujarat le tocó el turno de votar uno de los días que estuve yo allí, y fue un día muy tranquilo. La mitad de los negocios no abrieron, los centros comerciales hacían un descuento del 20% a la gente que atestiguaba haber votado, igual que las gasolineras. Después de votar te pintan un dedo con tinta negra indeleble, para que no votes dos veces. Por la tarde, unos señorines van de casa en casa recordando a la gente que hay que votar. Al día siguiente todo el mundo tenía el dedo pintado (la participación fue de más del 80%). El resultado de las elecciones lo dirán dentro de dos semanas. Para entonces, Ganesh mediante, yo estaré en Chennai, a sólo un par de días de volver a España, y la verdad es que es y será emocionante estar aquí mientras todo esto sucede.

Hablando de Chennai y volviendo al tema de los trenes, invertí tres mañanas en Ahmedabad en comprar sucesivamente tres billetes de tren. He de decir que en Ahmedabad no hay una oficina especial para el turista; tan sólo hay una ventanilla reservada para los turistas y la tercera edad. Lo cual no es precisamente un privilegio, pues sólo hay alguien que se cuela más que un indio, y es un viejo indio. Mis tres billetes son: de Ahmedabad a Bombay, para ver rascacielos; de Bombay a Kochi, para ver arañas gigantes; y de Kochi a Chennai, para ver azafatas guapitas musulmanas. Echaré de menos Ahmedabad. Es una ciudad que, sin depender del turismo (y quizás gracias a eso), es próspera, agradable y bulliciosa; el trato con el extranjero es genuinamente amistoso porque no sólo les interesan tus rupias. Sí, echaré de menos a mi campo base. Definitivamente, se puede establecer una relación inversa entre lo a gusto que se está en una ciudad, y la facilidad para encontrar papel higiénico.

3 comentarios:

  1. jajajaj "esta historia puede no ser cierta" ???

    que significa septagenario??

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  2. Me ha gustado el post, no digo más,ea

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  3. Qué pasa, Ri. Un taco de tiempo sin revisar tu blog. Este pos ya lo había leido, pero después de releerlo, me quedo más tranquilo.
    Hago un par de subrayados de los míos. Vzan:
    La primera vez que se visita una ciudad, el principal interés es no perderse; cuando se vuelve a visitar, el principal interés es perderse.
    sólo hay alguien que se cuela más que un indio, y es un viejo indio.
    Pues eso. Que voy a ver los pos siguientes. enga.
    EIE

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