jueves, 8 de mayo de 2014

En la Calle de la Menta (primera parte)

PRIMER DIA EN BOMBAY

Mi primer día en Bombay me pegué una paliza increíble.

Salimos a las diez de la noche de Ahmedabad pero no pegué ojo en toda la noche porque, con tanto lácteo y tanto calor, mis intestinos habían dejado de funcionar correctamente. Además, la litera de arriba está a pocos centímetros de los tres ventiladores que refrigeran todo el compartimento, así que al final se acaba pasando un poco de frío. La llegada a Bombay fue, eso sí, impresionante. Es una ciudad tan grande que el tren estuvo atravesando suburbios durante dos horas. De fondo se veían rascacielos; más cerca, bloques de pisos ennegrecidos y chabolas de lata; en primer plano, en cuclillas sobre las vías del tren, hileras de hombres haciendo tranquilamente sus necesidades. Por fin, a las siete de la mañana, llegamos a la Bombay Central Station (BCS).

Lo primero que noté fue que hacia bastante menos calor que en Ahmedabad, lo cual fue una sensación maravillosa. Lo segundo que noté fue que la humedad era terrible, lo cual fue una sensación pegajosa. Pero inmediatamente me encontré con un conflicto logístico.

La compra masiva de regalos en Ahmedabad había provocado la compra de una segunda maleta. Así que ahora llevaba dos macutos: la mochila a la espalda, que pesaba un quintal, y la otra en brazos, que pesaba otro quintal. Me dolía una pierna y la espalda, y mi sistema digestivo no estaba en su mejor momento; y era poco plausible que en esas condiciones encontrase un hotel medio decente (me hubiera dejado caer en cualquier antro), así que busqué una taquilla donde dejar el equipaje durante el día.

El encargado de las taquillas no era buena gente. Me dijo que tenía que ponerle un candado a las maletas para poder dejarlas allí. Le pregunté si podía guardármelas temporalmente mientras buscaba un maldito candado y me dijo que no. Así que cargando penosamente con los dos fardos y sudando copiosamente, busqué una tienda de candados. Precisamente había una en la misma estación; menudo negocio tienen hecho. Volví con las maletas encadenadas, las deposité en un estante y salí de allí, con la espalda y el ánimo ligero.

Resulta que la Bombay Central Station tiene un nombre un poco engañoso y NO está en el centro de Bombay. Yo había leído que la mejor zona para los turistas eran los barrios de Churchgate, Colaba y Fort; en tanto que turista rebelde, salí a ver si a pesar de todo encontraba algo por la zona de la estación. Volví a los cinco minutos con el rabo entre las piernas. Todo era demasiado grande, las calles, los edificios, las distancias; allí no encontraría ningún hostal para mochileros. Utilicé de urgencia el oloroso retrete de la estación (cinco rupias) y luego me compré un billete de cercanías para la estación de Churchgate. A propósito que siento poner tantos nombres, pero es que luego me gustará recordarlo.

Quince minutos de tren después llegué a Churchgate, otra estación inmensa y más centrica. Salí a la calle esperando encontrarme un paraíso para mochileros, pero me encontré sólo avenidas enormes, céspedes bien cuidados, restaurantes pijitos y hoteles de cinco estrellas. Menudo varapalo. Con mis pantalones cortos, mi camiseta roja y mis sandalias hippies, yo allí estaba tan fuera de lugar como se espectador en las piras funerarias de Varanasi. Pero entonces vi, al final de una avenida, algo que alegró mi espíritu: llegué hasta allí, y era el mar.

Un ancho y cuidado paseo marítimo se extendía a derecha e izquierda. Debajo, en contacto con el agua, no había playa sino rocas y bloques de hormigón. A lo lejos, al otro lado de la bahía, se veía el perfil de la ciudad sembrado de rascacielos. Me senté allí durante un buen rato, disfrutando de las vistas y de la brisa marina. Luego, reconfortado, volví a mi búsqueda. Quizás en el barrio de Colaba estaría esperándome una buena cama y un buen cuarto de baño. Eran las nueve de la mañana, el sol empezaba a ascender.

Hasta Colaba cogí un autobús: he aprendido que hay que conocerse el transporte público cuanto antes. He de decir que todos estos desplazamientos no hubieran sido posibles sin la ayuda de muchos mumbaitíes anónimos que demostraron conocerse muy bien el transporte público de su ciudad.

Me bajé en una calle semidesierta. Aquí no había hoteles de cinco estrellas, pero tampoco de tres, ni de una. Creo que me bajé del autobús demasiado pronto... Colaba es una península unida a Bombay por un istmo, y allí olía a mar por todos lados, lo que me hizo deducir que me había bajado en el istmo. Desesperación. Necesitaba desayunar. Entré en un restaurante y me tomé un sándwich y una limonada. Mis intestinos se quejaron pero hice caso omiso.

Quizás si hubiera seguido la calle istmo abajo hubiera llegado a la zona de Colaba tan apreciada por los turistas; pero decidí abandonar la idea y dirigirme al barrio de Fort: la última alternativa. Cogí otro autobús y a los veinte minutos me bajé en la estación de autobús y de trenes más impresionante que he visto en mi vida. La Chhatrapati Shivaji Station, también conocida como Victoria Terminus o VT ("vití"). Es el principal nudo de transportes del centro de Bombay; está en el barrio de Fort y parece, sin exagerar ni un poco, el castillo de Harry Potter. Pero más tarde haré mis disgresiones arquitecturales; mi principal objetivo ahora era encontrar un lugar donde dormir. Con aire acondicionado a ser posible.

Con horror descubrí que la VT está rodeada de edificios señoriales, bloques de oficinas y bancos: pocos hostales encontraría por allí. Pero el horror duró poco cuando encontré muy cerca de la estación un dédalo de callejuelas típicas indias: vendedores callejeros, olores penetrantes, vacas, perros. El horror volvió a instaurárseme cuando descubrí que sólo había dos hostales en todo el dédalo, con bastante mala pinta los dos. Uno se llamaba Hotel Moderno, mal augurio; el otro era como un restaurante. Entré en el Moderno, donde me ofrecieron una habitación cutre por un precio desorbitado. Dije que me gustaba pero que quería estar más cerca de la playa, y me las piré de allí. Salí del dédalo en busca de alguna alternativa, y durante una hora deambulé taciturno entre edificios majestuosos protegidos por militares con metralletas. Después volví a entrar al dédalo a probar suerte con el segundo hotel que había visto. Craso error. El letrero de "Hotel" estaba puesto en un restaurante; cuando le pedí al encargado que me llevara a ver las habitaciones, me llevó por las callejuelas hasta... ¡el Hotel Moderno! Desalentado, le dije al señor que ya sabía llegar yo solo, y sintiéndome derrotado me volví a plantar en la recepción y dije que quería la dichosa habitación. Me dijo el recepcionista que tenía que pagar por adelantado, le dije que si podía pagar con tarjeta, me dijo que había un cajero a cien metros calle abajo, le dije que ahora volvía con el dinero.

Calle abajo el dédalo se abría a una calle más ancha, con muchos árboles y la VT al fondo: la Mint Road (Calle de la Menta). Y encontré, no sólo un cajero, sino un pequeño hotelito que tenía super buena pinta. Temblándome las piernas, subí hasta la primera planta, donde estaba la recepción, y un recepcionista bastante amable me ofreció una habitación muy bonita y fresca por el mismo precio que el Moderno. Me dijeron que tenía que pagar por adelantado, que había un cajero ahí al lado. Corrí a sacar el dinero, volví al hotel, y cuando ya todo parecía arreglado, me dijeron que necesitaban ver mi pasaporte. ¿Y dónde estaba mi pasaporte? En mi mochila.

Gracias a los dioses, el chico accedió cuando le dije que le llevaría el pasaporte por la tarde; si no me da algo. Me tiré en la cama con el aire acondicionado a tope y me dormí; me desperté poco después asediado por los remordimientos y llamé por teléfono al Moderno para decir que no iba a volver.

Sobre las dos salí a comer al restaurante de la esquina. Tan sólo me pedí un plato de arroz blanco y un yogur, mientras mi compañero de mesa, un árabe de barba roja, se tomaba algo que parecía delicioso. Volví a la habitación a dormir un poco más, y luego fui hasta la VT para coger un autobús hasta la Bombay Central Station; no me encontraba descansado, pero tenía que hacer lo que tenía que hacer.

A esa hora el tráfico era atroz. El conductor tuvo incluso que alterar la ruta porque en algunas calles la congestión de coches era absoluta, cero movimiento. Llegué a la BCS, me compré un mapa de Bombay y algunas medicinas para mi inestabilidad digestiva (en la misma tiendecilla de los candados), y luego por fin fui al reencuentro de mi equipaje. La mochila secundaria la dejé allí y, con la importante, volví en autobús hasta mi hotel en la Calle de la Menta. Pasaporte okey, visa okey, todo okey, a dormir un rato más y a tomarme las más variadas pastillas. ¡No podía permitir ponerme tan malo como la última vez!

Al atardecer me di el primer paseo agradable del día: fui hasta el paseo marítimo a ver la puesta de sol. Me senté a contemplar el perfil inmenso de Bombay con sus rascacielos que poco a poco iban iluminándose. Había mucha gente paseando y por primera vez en tres meses vi parejas abrazadas, besándose, riéndose; pasaban vendedores de agua y ensaladas, niños mugrientos recogiendo botellas de agua vacías, hombres de negocios enchaquetados; aquí y allá dormían perros. Me hice amigo de un chico muy agradable que había venido desde la otra punta del país a una entrevista de trabajo y no le habían cogido. Luego, cuando ya fue de noche, volví sobre mis pasos de vuelta al hotel; me tomé un zumo de mango muy rico en un puesto callejero (me pedía 120 rupias y al final bajamos a 40; y encima el tío se jactaba de que él daba el precio justo) y luego salté en un autobús cualquiera: todas las líneas terminan en la VT.

... bueno, precisamente, aquella línea no llegaba hasta la VT. Me bajé en marcha, y al límite de mis fuerzas anduve hasta la siguiente parada y esperé a otro autobús que, éste sí, me dejó en la Calle de la Menta.

3 comentarios:

  1. Rixi, lo mejor de este post es el calificativo de tu compra de regalos MASIVA...
    Compra un carrito para hacer frente al traslado de tu nueva mochila, y encadena bien los macutos, yatusabes.
    Otra cosa, haz caso a los avisos de tu aparato digestivo, no vayas a liarla al acabar tu viaje, come lo mejor que puedas y no dejes tus medicinas aunque su procedencia sea dudosilla, porque anda que comprar medicinas en una tienda de candados ya es...
    Otra cosa, impresionará tanto militar con metralletas
    Y muy bonito el nombre de tu hotel, huele bien, no? Me pegaba Bombay como muy indio, muy pobre, muy poblado, muy sucio... Me alegro de estar equivocada. Que disfrutes todo lo que te queda por ahí!!

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  2. Ah! lo que huele bien es la calle , que me he equivocado, el hotel no sé

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  3. Al límite, iyo, tú siempre al límite.
    De acuerdo con tu marre.Ten cuidaito, vayamos a liarla en el viaje de vuelta. Además de candaditos y de medicinas, cmprate un buen tapón de corcho, por si lo necesitas cuando vayas a pillar el avión.
    Enga, sigo leyendo, que ando atrasao con los pos.
    E.I.E.

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