jueves, 15 de mayo de 2014

La primera aventura

(Le dedico este post a Chintan, mi amiga de Ahmedabad. Porque todo esto ha pasado un poco gracias a ella.)

Llevo un tiempo dándole vueltas a la cabeza: hay una parte de esta aventura que aún no os he contado, y dado que tanto la aventura como el blog tienen sus días contados, creo que ahora es un buen momento para contárosla. Y es que este viaje no comenzó realmente el enero pasado en Chennai. Si contamos las cosas tal como fueron, habrá que decir que esto empezó mucho antes, una mañana del noviembre pasado en Málaga, cuando acabé sobreponiéndome a tantas dudas, tribulaciones y dilemas, y me compré los billetes de avión.

Bueno, aunque si queremos ser más precisos, deberíamos decir que realmente todo empezó en París, un par de años antes, cuando, entre otras cosas, conocí a mi amiga de Ahmedabad por pura carambola amiga-de-un-amigo. Pero un momento: yo nunca hubiera llegado a Paris si no fuera por mis días en Roskilde, así que podríamos decir que todo esto comenzó en Dinamarca, en los pasillos de Korallen para ser más precisos. Aunque mejor no entrar en detalles, que a la nostalgia ya la conocemos, siempre al acecho. Y ya puestos, yo nunca hubiera elegido Dinamarca como destino Erasmus si no fuera porque mi director de cine predilecto era danés, así que digamos que todo esto comenzó el día que mi padre compró el DVD de Dogville. Si, ahí debió comenzar; o al menos detengámonos ahí. Me encantó el loco de von Trier y varios años después, cuando tenía que elegir mi destino Erasmus, puse Dinamarca como primera opción (la fama que tienen la daneses de ir en pelotas no tuvo nada que ver, eh?). Después de un año perdido en Roskilde, cierta historia de amor no podía quedarse tan a medias así que encontré una beca y luego un trabajo en París. La historia se acabó pero no el trabajo así que decidí quedarme un año más.

Dos cosas importantes sucedieron en París. Para empezar, un día vino a visitarme mi amigo D. y, de carambola como digo, me presentó a su amiga la de Ahmedabad. Y también sucedió, de una manera que me afectó más sutil pero igual de profundamente, que en el restaurante donde trabajaba casi todo el equipo en la cocina y en la "plonge" (friegaplatos) eran tamiles. Yo hasta entonces jamás había escuchado hablar del pueblo tamil; y de repente me encontré con esa gente tan sincera, tan alegres todos, tan sonrientes aunque estaban explotados y no entendían una palabra de francés. Me pregunté cómo sería una ciudad o un país lleno de gente así, cómo funcionaría, qué se sentiría en sus calles; tenía la sensación de que me encantaría.

Gracias a las nuevas tecnologías la niña gujarati y yo nos hicimos muy amigos y un día decidí ir a visitarla... bueno, tardé varios meses en decidirlo y una mañana entera en comprar el billete. Porque vaya lío que me armó la Saudi Airlines con la tarjeta de crédito; no funcionaba ni a tiros, tuve hasta que llamar con mi oxidado francés a mi banco a que me activaran nosequé código de seguridad. Para cuando terminé toda la operación, me encontraba exhausto y la canción que sonaba en ese momento decía "let's do something crazy, something absolutely wrong", lo juro. Aquella noche salí de tapas con mis compañeras de piso y más gente, y recuerdo nítidamente que una chica dijo un proverbio que me dejó tan divertido como preocupado: si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes. Menudo cachondeo se habrá traído Dios conmigo entonces.

Me faltaban tres meses para irme y tenía muchas cosas que hacer. Pero todas ellas tenían que esperar. Así que al principio, la principal lucha fue conmigo mismo. Me asaltaron las más diversas neuras, en oleadas, que tuve que ir superando. Aún el viaje no ha terminado así que no las mencionaré para no tentar a la suerte, pero imaginaos: enfermedades, desastres naturales, que si me iba a llevar mal con mi amiga, que si no me iba a gustar el país, que no me iba a llegar el dinero, que qué se me había perdido a mi en la India si ni siquiera conozco mi propio país, que cómo se lo iba a decir a mis padres; y un largo etcétera de asuntos turbios e inmencionables.

Tardé aproximadamente un mes en superar estas neuras, y luego me tranquilicé. Y después empezó el lío.

Fui con mi hermana a renovarnos el pasaporte y el DNI a la comisaría principal de Málaga, un sitio donde te encuentras unos personajes tan peculiares que poco tienen que envidiar a los indios. Con el pasaporte renovado, tuve que rellenar un montón de formularios para pedir la visa. Hasta tuve que mandar una carta manuscrita a mi banco en París para que me enviaran a su vez una carta manuscrita confirmando que tenía suficiente dinero en mi cuenta como para hacer mi viaje. Cuando lo tuve todo listo, mi tía M. J. me llevó a Seur (cuya oficina está inexplicablemente en el quinto pino) para enviar los papeles a Madrid. Había sólo dos dependientes para atender a veinte transportistas cabreados; fue divertido pero tenso.

El asunto médico fue complicado y no puedo dar muchos detalles porque quizás algunas de las cosas que hice fueron fraudulentas. Fui a informarme a Medicina Exterior en el puerto, de donde salí con mis neurosis reavivadas y con la orden de ponerme seis vacunas y comprar mil medicinas, todo carísimo. ¿Cómo hacerlo?, me pregunté mientras miraba los barcos atacados en el muelle. Fui a comprobar si mi seguridad social me lo cubriría, pero mis papeles estaba traspapelados y el tiempo que tardarían en solucionarlo era demasiado largo; las vacunas no podían esperar.

Digamos que urdí una compleja red de mentiras que envolvió a mucha gente (la mayoría sin su conocimiento), incluyendo familiares, médicos, farmacéuticos, y una enfermera que se dio cuenta de una fuga en mi urdidumbre y que ella misma me dijo amablemente por teléfono una noche cómo solucionarla.

Lo dicho, siento no dar más detalles... en realidad, ya ni me acuerdo de los detalles. Es lo que tienen las redes de mentiras: que se te olvidan. Me acuerdo que mi madre tuvo que mandarme por correo urgente varios recetarios, y poco más. El caso es que conseguí mis seis vacunas (dos hepatitis, meningitis, tifus, cólera y tétanos) y todos los medicamentos necesarios para un hipocondríaco como yo. También me pillé un seguro médico por internet que demostró ser estupendo cuando casi me desintegro en Ahmedabad.

La fecha de partida se acercaba y la lista de tareas se iba haciendo más y más pequeña. Liberar el móvil para poder ponerle una tarjeta india. Planificarme una especie de ruta por la India y buscar contactos couchsurfers; comprar regalos para dichos contactos (mentira, esto lo hice en Madrid el último día, compré un montón de llaveros en una tienda para guiris). Renovar mi tarjeta de crédito, que estaba casi caducada. Pedir al banco que no me bloquearan dicha tarjeta en las semanas venideras. Comprar mi billete de Ave a Madrid, un día que estaba lloviendo a mares y que no se me ocurrió otra cosa que bajar en bici a la estación, poniendo en peligro mi salud y el futuro de toda la misión. Preparar la mochila.

También en aquel entonces, a mi alrededor todo parecía estar relacionado con la India. Un escultor en el paseo marítimo hizo un Taj Mahal gigante de arena, que duró muchísimo tiempo. Una mañana me encontré con la Calle Larios cortada por el rodaje de una película de Bollywood; y una tarde, no me preguntéis cómo, acabé en la terraza de un hotelazo en un desfile de moda hindú. También una noche en una calle oscura me encontré un libro tirado en el suelo y se titulaba "Taj" y trataba sobre la construcción del Taj Mahal (bueno, esto no sucedió en Málaga sino en París, pero no veas tú la casualidad, eeh?)

Mi amigo D. viajó a la India en diciembre y volvió con mucha información tranquilizadora y un puñado de rupias; a cambio le invité a un chocolate con churros. Mi tío R. también me tranquilizó con las cosas que me contó de su viaje; conversaciones salpicadas de encargos gaoneros y otros temas transversales. Dediqué mucho tiempo a leer y empaparme de información sobre la India... en mis primeros cinco minutos en territorio indio me di cuenta de que todo ese tiempo no había servido para nada.

Hice dos excursiones, a Ronda y a Jaén, que me gustaron mucho. Si hubiera sido verano hubiera invitado a mis compañeras de piso al Aquapark; como era invierno, sencillamente nos fuimos de tapas por Teatinos. También vinieron mis primos A. y C., y me acuerdo aquella noche ir mucha gente apretados en un coche; casi como en el tren de cercanías en Bombay sólo que con las puertas cerradas. A la mañana siguiente mi prima vino a recogerme en coche y con gran jaleo de bocinas y música nos despedimos de Teatinos y me llevó a coger el Ave.

Pasé dos días en Madrid, y una mañana hice algo que, visto con perspectiva, fue decisivo: visité la oficina de Saudi Airlines y pedí información sobre cómo podría cambiar mi billete de vuelta, si se diera el caso. ¡En aquellos momentos, en mi cabeza no estaba tanto la idea de querer prolongar mi estancia, sino de querer acortarla! El joven del mostrador, muy amable y vestido de piloto, se limitó a darme su correo electrónico: si quería cambiar algo, sólo tenía que decírselo y él haría todo el trámite. Me fui de allí bastante contento y con la vida cambiada (sin saberlo).

Aquella última noche la pasé con algunos amigos de Roskilde, recordando viejas batallitas y poniéndonos al día de las nuevas. Comiendo un plato de jamón serrano y bebiendo cerveza. Aquella noche, acostado en casa de nos tíos A. y K., me entró un último miedo: ¿y si me hacían un análisis de sangre al aterrizar en Jeddah y encontraban alcohol en mi organismo?

Y por fin a la mañana siguiente mi tío y yo cogimos un taxi hasta el aeropuerto. Él se iba a Barcelona y yo a Chennai. Íbamos hablando sobre graffitis. Llegamos al aeropuerto cuando despuntaba el sol. Nos despedimos. Verifiqué por enésima vez que mi pasaporte no estaba caducado, que la visa era válida y que los billetes eran para ese día, y busqué el camino hacia mi puerta de embarque.

6 comentarios:

  1. Acabo de leer este post y sólo puedo decir que me ha encantado cómo está escrito.
    Todos mis comentarios los hago después de una segunda lectura pero esta vez no ha sido así, igual cae otro comentario un día de estos. !Que siga feliz tu viaje de regreso!

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  2. Joler, Rixi, y tan fraudulentos esos asuntos médicos...¿no tendrán algo que ver con esos medicamentos que comprabas en la farmacia porque una hermana tuya se iba de viaje, no..? ¡Qué coincidencias, maxo!
    Y veo que no mencionas los regalos de los Reyes Magos de Oriente... variados, variados.

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  3. todavia no me he leido el post, pero me ha encantado!!!
    es mas, todavia ni a leerlo he empezado!!!!
    pero seque ultimamente cada vez metes mas palabras raras OSTIAS!!!!
    relajate camilo jose, que tus lectores del pueblo llano bastante tienen con traducir del noruego al español y del español al andaluz y de su p.m, como pa tener que andar traduciendo tu blog tb
    ea pos yasta recurro a que me guste sin leerlo
    por cierto no problem que pongas los nombres de ciudades, todos nos quedamos con todos y tenemos un mapa de la india en la cabeza
    yo por lo menos tengo varios nombres memorizados.: anapurna 1 anapurna 2 anapurna 3 y arremejtepallan

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  4. ya lo leio esta guapo esta guapo
    todo va encajando chuermano todo!

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  5. Bueno, .... este viaje va tocando a su fin !!,
    ... y ya estamos esperando la siguiente aventura !!

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  6. Joler, Ri, testás dejando atrapar por la melancolía, huye!!! De la melancolía, quiero decir.
    Este pos es peligrosísimo.Yo no quiero meterte cague en el cuerpo, pero no me extrañaría que, al bajarte del avión en España, te estuviera esperando una pareja de polis de la brigada de estupefaccientes, para que des algunas explicaciones...
    Enga, no olvides comprarte dos o tres buenos tapones de corcho para el viaje de vuelta, por aquello de tu aparato digestivo. Dale un abrazo a josé y a Carmen de mi parte, y a ver si, de despedida, cualgas una foto decente en el bloj, iyo que la de este pos es absolutamente impresentable.
    Ah, y lo más importante: no olvides la maleta cargada de regalos!! supongo que, cuando hablas del equipaje importante, te refieres a ese,
    Enga.
    E.I.E.

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