sábado, 25 de enero de 2014

Mahabalipuram

Estoy sentado en el bar Yogui de Mamallapuram, esperando a que me traigan mi comida y bebida, lo cual si todo va bien no debería tardar mucho más de una hora. Estoy solo, ya me despedí de mis amigos S. y S. que están surfeando en Kovalam, y esta tarde emprendo mi camino hacia Pondicherry. Tenía pensado quedarme aqui sólo una noche y han sido tres; si algo he aprendido estos primeros días es que hacer planes aquí no tiene mucho sentido, pues mil trescientos millones de personas conspirarán para trastornarlos.

Voy a contar cómo han sido estos tres dias; S. (él), un filósofo y gran persona, barbudo, descalzo y con solo una especie de falda por atuendo, me ha explicado que en el hinduismo no existe un cronología temporal: todo sucede a la vez; lo cual me viene de perilla para redactar este post sin preocuparme de qué sucedió antes y qué  despues.

Una tarde, mi grupito visitamos un monte donde hay rocas enormes, muchas de ellas talladas. Contemplamos el atardecer y hablamos de la vida. Allí probé el agua de un coco y su interior asquerosillo que me vendió un hombre. Por aquí hay hombres (y mujercillas artríticas y encorvadas) vendiendo algo en cada esquina; el dinero es omnipresente. Esa misma noche vimos un espectáculo de danza tradicional en la plaza del pueblo, todo muy indio, colorido y ruidoso. Aquí todo está pintado de algún color, desde la pared trasera de un tugurio hasta los cuernos de las vacas... y sí, hay muchas vacas deambulando por la calle, gordas y majestuosas, tomando el sol o comiendo lo que haya en el suelo (seguro que siempre habrá algo; las calles las limpian unas señoras con unas escobas rudimentarias de vez en cuando; pero al poco la basura vuelve a reinar).

Me lleva unos días doliendo la garganta; pensaba que era por la ventolera que sopla en mi habitación pero estaba equivocado: es la CONTAMINACIÓN. Es una locura. Ayer fuimos al pueblo de Kovalam, cercano a la gran urbe de Chennai, y juro que a veces se me hacía difícil incluso respirar. El tráfico es terrible y, a propósito de la basura, a veces la amontonan y la queman en mitad de la calle, soltando un humo negro con un aspecto y olor aterradores.

Fuimos a Kovalam para ver a unos amigos surferos de S.; para llegar tuvimos que coger un rickshaw, que es como un carrillo-taxi que adelanta por derecha o izquierda a todo lo que se le ponga por delante: autobús, moto o carro de bueyes. El caso es que pasamos la noche en la terraza de estos amigos, vimos una película romántica tamil en un portátil (un tipo de película que en España un grupo de jóvenes varones jamás quedaría para ver ni tampoco nunca admitiría siquiera haberla visto), cenamos algo picante y luego nos echamos en unas colchonetas y esteras en el suelo; y a dormir todos juntos pero no revueltos con el ruido de los cuervos de fondo y los motores de las lanchas de los pescadores. Tengo que decir que accidentalmente bebí un vaso de agua del grifo (normalmente aquí ni siquiera ellos la beben) y me entró un poco de mal rollo y retortijones pero no fue a mayores.

Otra noche estuve jugando al billar en el bar del pueblo. El más bueno de los de allí era casi tan malo como yo asi que imaginaos cómo estaba la cosa de interesante.

La comida está siendo una sorpresa muy agradable. Hay bastante opción para comer poco picante y he probado cosas deliciosas; uno de mis descubrimientos más felices es el té con jengibre, limón y miel (he conocido a una chica que pilló el escorbuto asi que ayer mismo compré unas mandarinas y limones a una señora e intento comer cítricos).

Un último apunte sobre la gente de aquí, que son, de lejos, lo más interesante. No he visitado ni siquiera el templo más famoso de la ciudad, pero es que quedarse parado en la calle y simplemente mirar lo que pasa es suficientemente interesante. Mahabalipuram no es mucho más que cuatro o cinco calles sin asfaltar llenas de comercios y hostales, pero, ¡qué calles! Pararse y mirar fijamente lo que otra persona está haciendo es algo que todos, turistas y sobre todo los indios, hacen por igual. En cualquier situación, habrá un grupito de espectadores observando atentamente, sin intervenir. Como turista, lo más normal es, hagas lo que hagas, que alguien esté observando. Por ejemplo, ver a un blanco abrir el envoltorio de un caramelo parece ser un espectáculo fascinante. Eso da licencia a su vez a los turistas a pararse y mirar lo que los lugareños hacen, con desvergüenza e impunidad. Y es que en la calle todo el mundo está haciendo algo: tallando una piedra, construyendo un muro, pintando un mandala (un dibujo geométrico que quiere decir "bienvenidos") en la puerta de su establecimiento, jugando a las cartas, lo que sea. También los hay que miran a los que miran, que es, como digo, la principal de sus actividades, y así podría entrar en un bucle que hay que verlo para creerlo.

Otro día hablaré sobre su relación con los animales, y algunas otras costumbres curiosas que ya he visto. Ahora me voy ya; la comida ha sido riquísima y a ver si encuentro algún autobús hacia "Peaceful Pondicherry", como la llaman; espero que sea efectivamente peaceful porque necesito descansar. Por ahora todo está siendo fantástico y fatigante a partes iguales.

4 comentarios:

  1. Mu bueno el bloj, Rixal. Pillate un lunghi de una vez, tiznate un poco la cara, y a mimetizarse con el personal!!!
    Oye, qué pasó con el equipaje?

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  2. Me encanta !!! Ni se te ocurra volver e beber del grifo Ricardo!!!!. Sigue sigue y manda fotos. Y toma naranjas jajaja

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  3. rixiiii que bien que hayas conocido surferos hahaha viven allí??? o estan de paso tioo??? que vaya bien todo xavallll

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  4. lo del billar es pq sólo juegan cuando viene un turista y exa moneda.. abusón!

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