jueves, 23 de enero de 2014

La llegada (2)

PARTE 2: AEROPUERTO DE CHENNAI - MAHABALIPURAM

¿Cómo definir las primeras horas aquí? Muy difícil: aún ni siquiera puedo definir las cosas ahora! Pero una cosa tengo clara: llegué sano y salvo gracias a la gente, enormemente amables y deseosos de enseñarte cómo se maneja uno aquí. Habrá quien diga (quizás yo, mañana mismo) que muchos lo hacen con intención de luego pedir algo; ¡yo aún no puedo hablar de eso!

Sali de la terminal y lo primero fue el calor, pegajosisimo; luego fue el olor, mezcla de muchas cosas agradables y desagradables; vi unos perros moribundos tirados en el pavimento, gente comiendo a la sombra de un viaducto y muchos otros esperando a los viajeros para ofrecerles taxis o lo que fuera. Mi objetivo era coger un tren hacia Chengalpatti, luego un bus hacia Mahabalipuram. Esquivé a los vendedores en busca de la estación de tren (Trisulam) pero todo a mi alrededor eta caótico. Por culpa de perder mi maleta, sali el ultimo de mi remesa de viajeros y por tanto no tenía ningún turista a quien seguir! Pregunté a dos jóvenes tamiles dónde estaba la estación de Trisulam y me dijeron que precisamente hacia allá se dirigían y que les acompañase. En aquel momento recordé uno de los mejores consejos que me han dado previo a mi viaje: in India, just go with the flow. Y eso hice...

Los colegas me llevaron, por una acera funesta, hacia la estación; le compré un tiket a un indio gordo detrás de un mostrador diminuto, y salté a mi tren justo a tiempo; mis amigos se despidieron con una sonrisa y un balanceo de cabeza que TODO EL MUNDO hace CONSTANTEMENTE (ojo a las mayúsculas)  y que personalmente considero genial.

El tren no tenía puerta así que viajé como uno se imagina viajando en tren por la India (aunque sin colgar por fuera!!, no os preocupéis), pero en realidad el tren no iba tan rápido como para poner en peligro mi integridad física. Mucha gente. Todo el mundo me miraba. (Mentalmente podeis añadir estas dos sentencias al final de cada línea). Unas ristras de ventiladores en el techo daban un poco de fresquito a los que iban sentados. Una mujer de aspecto siniestro me pidió limosna y al no darle me echó algún tipo de maldición; pero los espectadores sonreían así que no me dio mal rollo.

Antes de llegar a Chengalpatti me bajé en una estación intermedia, de nombre impronunciable. Confieso que en este momento lo pasé mal por primera vez. No fue algo específico, fue todo y nada a la vez. Vacas famelicas cruzando las vías, jóvenes descargando un vagón de sacos, innumerables andenes, todo indicado en esta grafía infernal que es el tamil, y ese calor y olor y humedad aplastantes... paré en aquel lugar porque en el aeropuerto me habían dicho que allí podría adquirir una tarjeta para el teléfono; pero de repente me sentí tan extraño que compré un ticket hacia Chengalpatti, encontré con gran dificultad el andén y embarqué en el tren de las 11.45.

El tren iba atestado. De verdad. Codazos y empujones. Le pedí a uno de mi compañeros de metro cuadrado que me avisara al llegar a Chengalpatti; "yes, no problem, where you are from?". En aquel tren fue cuando tuve por primera vez la una sensación que me sigue acompañando: todos los indios (o sólo los tamiles, que no es poco) se conocen. Es como si todos fueran el mismo, y al cambiar de interlocutor casi puedes seguir la conversación donde la dejaste con el anterior. Difícil de explicar... ¡como tantas cosas desde que llegué! El caso es que fue otro chaval el que me dijo que quedaba poco para Chengalpatti; y un tercero el que me avisó que habíamos llegado y saltamos al andén con el tren casi en marcha. Le pregunté a mi enésimo mejor amigo cómo se llegaba a la parada de autobuses y me dijo que le siguiera. Go with the flow.

Chengalpatti era más pueblo que todo lo anterior; me sentí más a gusto allí, en parte gracias a que mi guía era bien simpático. Pasamos por una calle sin asfaltar donde la gente vendía cosas indescriptibles, y llegamos a la plaza del pueblo donde coger el autobús. Resultó que precisamente salía uno hacia Mahabalipuram (pueblo también llamado Mamallapuram o Mochilerolandia - lonely planet sic.). Era un autobus destartalado y pintado de miles de colores, flores colgaban del techo. Mi guía le dijo al chofer mi destino, y yo, más perdido que nada, intentaba comunicarles que aún no tenía el billete; todo el mundo reía y me invitaron a sentarme en el suelo apoyado contra el parabrisas, junto a la caja del motor que desprendía un calor infernal. "Dont worry, dont worry". El chofer, todo un personaje, hizo sonar el claxon, puso en marcha el aparato y empezó el viaje en autobús más loco de mi vida.

Por suerte, la velocidad era moderada. El chofer tocaba el claxon continuamente, adelantaba a las motos por derecha o izquierda, pasaba a escasos milímetros de los demás vehículos; era sencillamente un genio al volante. Así unos 25km. Muchas paradas en mitad de la carretera. Vi un templo en un monte, mercados bulliciosos, gente yendo de un sitio a otro, gente haciendo cosas, gente parada mirando a los otros hacer cosas. Al cabo de una hora llegamos a Mahabalipuram.

Aún no puedo definir este pueblo, por favor, dejadmelo para otro día. Fui de calle en calle buscando mi sitio, un hostal llamado Bob Marley Guest House. Había muchísimos hostales y las calles carecen de nombre o numeración alguna. Al fin, preguntando mucho, encontré mi lugar, un edificio colorido de tres plantas a la misma orilla del mar. Busqué a R., mi contacto, y al encontrarlo en una de las terracitas del hostal, dirigiendo la remodelación de un suelo, me entró una alegría indescriptible. Es un joven tamil con gafas y muy sonriente. Me dio las llaves de la habitación y me indicó dónde se encontraba, en la tercera planta. Entré y me dejé caer en la cama exhausto. Me pareció que nunca había hecho nada más difícil que llegar a esa habitación.

Más tarde compré una tarjeta para el móvil y unas sandalias, paseé por una playa llena de barcas de pecadores y cangrejos; R. me presentó a una chica españora, S., y a un indio, también S.; me presentaron a más turistas y paseamos por el pueblo, cenamos comida inesperadamente poco picante, vimos pasar una boda con banda de música y fuegos artificiales incluidos, y fuimos a un barecillo lleno de tamiles y extranjeros a tomar algo y filosofar un poquito. Podriamos decir que este grupito, en cierto modo, me salvó la vida acogiéndome. Pero eso es otra historia.

La conclusión es difícil de poner en palabras. En menos de lo que se tarda en escribirlo, se pusieron en funcionamiento todos mis miedos y prejuicios. En aquella impronunciable estación a las afueras de Chennai estuve a punto de volver al aeropuerto y allí pillar un taxi hacia Mamallapuram... Pero todo esto se desmontó por sí sólo al llegar a esta habitación ruidosa y ventosa y darme cuenta de que no había recibido ninguna mala mirada, nadie me había quitado nada; la gente empuja pero no golpea, las motos no te atropellan sino que te esquivan, el autobusero o cualquier otro te dice cuál es tu parada sin necesidad de pedírselo. Todo sucede sin prisas, sin acusaciones.

No sé cómo serán los días venideros, pero creo que esto promete ser una experiencia muy instructiva...

4 comentarios:

  1. Joer, Rixi, y eso que has empezado por el sur, verás cuando subas al norte...

    Sabes lo que ocurre? que las experiencias fuertes, por mucho que te las cuenten, no se pueden transmitir, ni contar, ni con fotos, ni con pelis ni con nada: hay que vivirlas, y punto. Y la India, que es puro caos -nosotros tardamos casi dos semanas en aprender a cruzar la calle, toda una odisea-, también tiene su propio orden interno. Y en cuanto lo asimiles, todo va casi como la seda, aunque la peña no deje de mirarte continuamente. Lo que ocurre es que el shock inicial es tan fuerte, que se tarde en interiorizar para poder disfrutarlo con un mínimo de normalidad.

    Oye, lo del movimiento de cabeza es lo más perita de toda india, eso sí que es indescriptible de verdad!

    ¿Para cuándo tu primer paseito en rickshaw?

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  2. Perfecta la descripción da gusto leerlo casi se puede oir el jaleo y oler los olores de alli !! sigue contando y manda fotos. Qué bien.

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  3. MARIjose menos mariconeo con que casi se pueden oler los olores .
    Ricardo maøana te escribo. Al lio!.

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  4. Muy interesante Rixi¡¡ Aunque El Lute asegura,y,será verdad, que por mucho que se cuente no podemos imaginar esa realidad, sigue contando tus sensaciones y tus impresiones así¡¡¡ me encanta el blog¡¡¡ pon fotos xikillo, que eso es fácil y estamos a la espera.

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